“Bienaventurados los que sin haber visto hayan creído” (Jn 20,29).
A nosotros, los hombres, no nos resulta tan fácil emprender el camino de la pura fe, porque normalmente queremos captar la realidad a través de los sentidos. Un mundo inclinado a lo material tiende a aceptar solamente aquello que es capaz de comprender.
