UNA IMAGEN DE DIOS PADRE

“Que el signo visible de mi presencia invisible sea una imagen, mostrando que realmente estoy presente. Así, todos los hombres desarrollarán sus actividades bajo la mirada de su Padre” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Este es uno de los deseos que nuestro Padre Celestial transmitió a la Madre Eugenia Ravasio. A raíz de ello, se hizo y se difundió una imagen de Dios Padre. Yo (el Hno. Elías), quien escribe esta meditación, le pedí a un iconógrafo búlgaro que escribiera un ícono conforme a las prescripciones de la imagen existente. Este ícono se encuentra en la cripta de adoración perpetua en nuestro monasterio en Alemania y, cuando recibimos pedidos, también enviamos copias de esta imagen (contact@jemael.org).

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“YO ME ALEGRARÉ CON EL SEÑOR”

“Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras: que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor” (Sal 103,31.34).

¡Qué maravilloso es cuando, en vez de mirarnos a nosotros mismos, aprendemos a centrar nuestro corazón en Dios; cuando ya no pasamos tan ocupados con nosotros mismos, sino que procuramos hacer aquello que agrada al Señor! En efecto, cuando empezamos a buscar agradarle, cuando le preguntamos a nuestro Padre Celestial cómo podemos causarle alegría hoy, nuestros ojos se levantan y podemos encontrar fácilmente la “pista de oro” que marcará nuestro día.

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DIOS SE ABAJA A NOSOTROS

“Me hago semejante a vosotros, para haceros semejantes a mí” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Nuestro Padre Celestial quiere que lleguemos a conocerle. Él no puede introducirnos a contemplar eternamente su gloria, de faz en faz, sin antes habernos preparado. Primero tenemos que recorrer nuestro camino en la tierra como hombres redimidos. En la Persona de su Hijo, nuestro Padre desciende a nuestra naturaleza humana y se hace uno de nosotros, “en todo igual a nosotros menos en el pecado” (Concilio de Calcedonia, año 451 d.C.). Así, Dios se abaja y se nos comunica en el ámbito de nuestra experiencia humana.

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NUNCA OLVIDARSE DE DIOS

“Recordad las maravillas que él ha hecho, sus prodigios y los juicios de su boca” (1Cro 16,12).

La Sagrada Escritura no se cansa de recordarnos los prodigios de Dios ni de alabar sus sabios preceptos. En efecto, nosotros, los hombres, olvidamos con mucha facilidad lo que nuestro Padre Celestial ha hecho, hace y seguirá haciendo a nuestro favor.

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USO PROVECHOSO DEL TIEMPO LIBRE

“Cuando tu alma se entretiene demasiado tiempo en el mundo de la nada, se vacía más” (Palabra interior) 

“La boca habla de lo que rebosa el corazón” –nos dice el Señor en el evangelio (Lc 6,45). Esta frase debe entenderse en el mismo sentido que la palabra interior que acabamos de escuchar. Debemos aprender de nuestro Padre Celestial cómo manejar nuestro tiempo libre de tal manera que no caigamos en la tentación de sobrecargarnos con cosas inútiles. Puede que al principio no nos demos cuenta de cómo nos afecta, pero nuestra alma bien sabe distinguir el alimento que le damos. Percibe una gran diferencia entre si le proporcionamos buen alimento, que la lleva a buscar a nuestro Padre y a procurar estar cerca de Él, o si la llenamos con una distracción tras otra, que a la larga le perjudican y la debilitan para el combate espiritual que está llamada a librar.

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EN TI ESTÁ LA FUENTE VIVA

“En ti está la fuente viva, y tu luz nos hace ver la luz” (Sal 35,10).

El salmo habla de aquella fuente que es también un tema recurrente en el Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio. Allí nos invita a beber de ella e incluso a arrojarnos en el “Océano del amor de Dios”. Es la fuente de amor que mana del Corazón de nuestro Padre.

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EL ESPÍRITU SANTO

A través de la Cruz, también Dios Padre desciende hasta nosotros, y en la Eucaristía el Señor nos concede verdadera vida (cf. Jn 6,35). En los sagrarios de las iglesias Él establece su trono, esperando que acojamos su cercana presencia y sus gracias.

Pero también a través del Espíritu Santo el Padre quiere morar en nuestra alma, como nos da a entender en el Mensaje a la Madre Eugenia:

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LA EUCARISTÍA

¡Cuánto se ha preocupado nuestro Padre por nosotros, al abrirnos los caminos de la salvación! Sus tesoros son siempre accesibles para nosotros. Desgraciadamente, a menudo pasamos de largo sin aprovecharlos, y demasiadas veces el Señor permanece solo en el Sagrario, sin visita. Sin embargo, Él espera anhelante que vengamos y le permitamos así colmarnos de bendiciones. ¡Qué inmenso valor tiene la Santa Misa, que actualiza el sacrificio del infinito amor de Jesús en la Cruz! “Gustad y ved qué bueno es el Señor” (Sal 34,9).

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“LA CRUZ ES MI CAMINO HACIA VOSOTROS”

El amor de Dios resplandece incomparablemente en la Cruz: el amor del Padre, que envío a su Hijo para redimirnos; el amor del Hijo a su Padre y a nosotros, los hombres; el amor del Espíritu Santo, quien nos revela más profundamente este acontecimiento de amor y lo actualiza en nosotros.

“¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” –exclama San Pablo (Gal 6,14).

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LA DEBILIDAD DE MIS HIJOS

En su compasión, nuestro Padre abarca toda nuestra realidad. Como Creador nos ha concedido una maravillosa existencia como seres humanos, que debemos vivir plenamente en su gracia. Él siempre nos invita a recibirlo todo de su mano, para que podamos llevar una vida que corresponda a nuestra vocación. Nuestro Padre ha pensado en nosotros desde toda la eternidad, y cuando llegó el momento de llamarnos a la existencia pronunció por amor su “hágase” creador. Si estuviésemos más conscientes de ello, moraría siempre en nuestro corazón aquella paz que Dios da.

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