DIOS SIEMPRE AMA

“Si supieras cuánto te amo, estarías siempre alegre” –estas palabras las escuché recientemente en mi interior. Si interiorizamos una afirmación tal, nuestro Padre podrá atravesar todas las tinieblas que pueden difundirse en nuestra alma. Así, todos los “no” en nosotros podrán desvanecerse a través de su amoroso “sí”.

La gran promesa del Corazón de Dios y la seguridad de su amor es más fuerte que todo lo demás, y nos hace entender las palabras de San Pablo: “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos” (Fil 4,4).

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PONER NUESTRA ESPERANZA EN EL SEÑOR

La esperanza es una virtud teologal, que nos hace esperar del Señor lo que aún no vemos. Si ponemos en Él nuestra esperanza, el Padre puede transformar nuestros corazones. Así nos dice en el Mensaje a la Madre Eugenia:

“Recordad, oh hombres, que Yo quiero ser la esperanza de la humanidad. ¿No lo soy ya? Si Yo no sería la esperanza de la humanidad, el hombre estaría perdido. Pero es necesario que sea conocido como tal, para que la paz, la confianza y el amor entren en el corazón de los hombres y surja así una relación con su Padre del Cielo y de la Tierra.” leer más

LA DELICADEZA DEL AMOR

Vivir en una íntima relación con Dios Padre, tal como Él la desea e incluso la pide, conlleva una gran responsabilidad de nuestra parte. Pensemos en los sacerdotes, a quienes les ha sido encomendado el gran tesoro de los sacramentos. Fijémonos especialmente en el más grande de ellos, el Cuerpo de Cristo presente en el Sacramento del Altar. ¿Cómo lo trata el sacerdote? ¿Con suma reverencia y respeto o con cierta indiferencia y descuido? De alguna manera, podríamos decir que el Señor se entrega en sus manos, y él, por su parte, debe tener mucha delicadeza para corresponder de forma apropiada a la confianza que se le brinda. A este respecto, el Padre nos dice lo siguiente en su Mensaje:

“Quisiera que se genere una gran confianza entre el hombre y su Padre del cielo, un verdadero espíritu de familiaridad y delicadeza al mismo tiempo, para que Mi gran bondad no sea abusada.”

Lo que hemos dicho con respecto al sacerdote cuenta también para todos nosotros, porque el Señor no sólo está presente en el Santísimo Sacramento, sino que nos rodea siempre y en todas las situaciones. Su corazón está abierto de par en par para nosotros, y precisamente por ese gran amor –que puede ser rechazado– es necesario ser delicados para no abusar de él.

Esto cuenta también para las peticiones que le dirigimos al Señor. Si tratamos con una persona que está siempre dispuesta a cumplir cuanto le pedimos, no nos aprovechamos de su bondad. Sentimos que no debemos ceder al egoísmo, de modo que ella, con su talante bondadoso, tenga que servir a este nuestro egoísmo. Lo mismo sucede con nuestro Padre Celestial. Aunque ciertamente podemos llevar confiadamente ante Él nuestros deseos, tanto los de grandes dimensiones como los más pequeños, debemos ser muy cuidadosos para no lastimar esta delicada relación de amor.

EN PRESENCIA DEL PADRE

San Benito Abad recomendaba a sus monjes vivir conscientemente en la presencia de Dios. ¡Éste es un excelente consejo, que permite al hombre despertar a la plena realidad! En efecto, una y otra vez se nos describe la verdad de que Dios vela constantemente sobre los suyos. La mirada de Dios se posa sobre todo y todos.

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PEDID Y SE OS DARÁ

Aunque nuestro Padre sepa de antemano lo que necesitamos, Él quiere que se lo pidamos. Precisamente esta oración de petición nos conduce a la relación correcta con Dios: por una parte, porque cobramos consciencia de quién es Aquel a quien nos dirigimos; y, por otra parte, porque tomamos la actitud adecuada ante Él; es decir, una actitud confiada, sabiéndonos dependientes de Dios y creyendo firmemente que Él nos escuchará.

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YO NO TE OLVIDARÉ

¡Cuánto admiramos el amor de una madre, que permanece al lado de su hijo aun en las más difíciles circunstancias! Para no pocas personas, este amor maternal es quizá lo único en que pueden apoyarse en medio de las olas de la confusión y distorsión de la vida.

A través del Profeta Isaías, el Señor mismo nos pone como ejemplo este amor:

“¿Es que puede una mujer olvidarse de su niño de pecho, no compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ellas se olvidaran, Yo no te olvidaré.” (Is 49,15)

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LA PUREZA DEL AMOR DEL PADRE

En ninguna parte podremos experimentar tal pureza del amor como en el encuentro con Dios. Nosotros, los hombres, estamos necesitados del amor y no podemos vivir sin él. Esto no es una deficiencia; sino que hace parte de la naturaleza con que Dios, en su sabiduría, nos creó. Así, somos receptivos al amor y, a su vez, se lo damos a otras personas, sirviéndoles de esta manera.

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EL VERDADERO ORO

En nuestro camino de seguimiento de Cristo, una y otra vez tenemos que lidiar con nuestras debilidades. Muchas veces no logramos vencerlas como quisiéramos y, a pesar de nuestros sinceros esfuerzos, terminan imponiéndose. A veces caemos en el pecado, y entonces pueden incluso surgir sentimientos de desesperación porque simplemente no somos capaces de resistir a las tentaciones.

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ESTAR A SOLAS CON EL PADRE

A nuestro Padre le encanta que, en lo secreto, hablemos con Él y nos tomemos tiempo para estar junto a Él (cf. Mt 6,6). En estos momentos, crece la intimidad, la amistad, la confianza, la sensibilidad para percibir su presencia… Allí, en lo secreto, Él puede hablar fácilmente a nuestro corazón y edificar su templo santo en nosotros.

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