Conocer, honrar y amar al Padre…
Al rendir gloria a nuestro Padre y adorar su santidad, también le honramos por el hecho de habernos llamado a la vida.
Conocer, honrar y amar al Padre…
Al rendir gloria a nuestro Padre y adorar su santidad, también le honramos por el hecho de habernos llamado a la vida.
Conocer, honrar y amar al Padre…
Estas tres cosas nos pide nuestro Padre Celestial en la relación con Él. Las tres están relacionadas entre sí. Cuanto más conozcamos al Padre, tanto más lo honraremos y amaremos.
Conocer, honrar y amar al Padre…
¿Cómo no mencionar el incomparable conocimiento del Padre que adquirimos a través de su Hijo? Cada una de las palabras y gestos de Jesús, plasmados en la Escritura o transmitidos por Tradición, da testimonio de nuestro Padre Celestial.
Conocer, honrar y amar al Padre…
Cuando haya crecido la relación confiada entre el Padre y nosotros; es decir, cuando lo hayamos conocido más a profundidad, notaremos cómo Dios empieza a hacernos partícipes de los deseos de su corazón. Nos hará comprender que debemos ir junto a Él en busca de las “ovejas perdidas” de la humanidad, para conducirlas de regreso a la casa del Padre.
Conocer, honrar y amar al Padre…
El conocimiento de nuestro Padre a través de sus detalles diarios para con nosotros, de su Palabra y de la riqueza de los santos sacramentos pretende llevarnos paso a paso a entender que toda nuestra existencia se debe al gran SÍ de Dios a nosotros. Este gran SÍ no sólo es válido a nivel general para todos los hombres, sino que tiene un carácter sumamente personal: “Te llamé por tu nombre, y eres mío” (Is 43,1). Es este amor paternal de Dios el que se dirige a cada uno de nosotros de forma directa, queriendo entrar en aquella relación de amor única, que sólo es posible vivir en toda su plenitud con Dios mismo.
Conocer, honrar y amar al Padre…
Es necesario que sepamos percibir en nuestra vida diaria la amorosa atención y delicadeza de Dios para con nosotros. Cuando nos sabemos amados por una persona, notamos con gratitud hasta sus más mínimos y a veces insignificantes gestos de amor. Éstos nos hablan de aquella persona, de modo que, al percibirlos, aprendemos a conocerla mejor. Con el paso del tiempo, quizá podamos entender que sus detalles para con nosotros no son sólo gestos transitorios o esporádicos; sino que brotan del corazón de aquella persona.
Conocer, honrar y amar al Padre…
En el Mensaje a la Madre Eugenia Ravasio, que ha desempeñado un papel esencial para que surgieran estos “3 minutos para Abbá”, el Padre nos invita repetidas veces a conocerle, honrarle y amarle. Si lo hacemos, Él podrá concedernos cada vez más todo aquello que nos tiene preparado.
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Sal 22,1).
Estas son las palabras del salmo 22 que Jesús pronuncia poco antes de expirar.
Nuestro Padre jamás lo abandonó, pero, puesto que Jesús cargó todo el pecado de este mundo y lo clavó en la Cruz, Dios permitió que experimentara “en carne propia” todo el peso del alejamiento de Dios, ese terrible estado interior de verse excluido del amor y de la verdadera vida, “como los caídos que yacen en el sepulcro” (Sal 87,6).
“Hijo mío, Yo soy tu Padre. Confía en mí sin límites, porque te amo, y amo especialmente a aquellos que quieren asemejarse a mi Hijo” (Palabra interior).
Nuestro Padre Celestial nos invita a una confianza sin límites.
Confiar sin límites significa abandonarnos a Dios con toda nuestra existencia, sabiendo que nunca será un error confiar así en Él. Es evidente que el Padre se complace sobremanera en esta confianza, porque entonces nos tomamos en serio su amor y abrimos las puertas para que Él pueda concedérnoslo. Por supuesto que la confianza no es ligereza o temeridad; sino la entrega del corazón.
Hoy quiero compartiros un extracto de una palabra interior que recibí en oración en el año 1984.
“Buscad mi Rostro y permaneced en silencio ante él, para que pueda penetraros. Mi Rostro vuelve a dar un rostro a este mundo. Ha de atravesar las tinieblas e imprimir mis rasgos en el mundo. Buscad mi Rostro amoroso, sufriente y santo.