LA LLAMA DE LA ESPERANZA

 “Deseo que el hombre recuerde frecuentemente que yo estoy ahí donde él está; que no podría vivir si yo no estuviera junto a él, vivo como él. A pesar de su incredulidad, jamás dejo de estar con él” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

El recuerdo de Dios… ¡Con qué facilidad se desvanece de nuestra memoria! ¡Con qué rapidez nuestros pensamientos se ocupan de las cosas de este mundo y empiezan a divagar! Incluso hay personas que se pasan toda una vida sin pensar en Dios, y quizá han oído hablar muy poco o nada de Él.

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LA VERDADERA ALEGRÍA

“Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres” (Fil 4,4).

Sin conocer a nuestro Padre Celestial y sin la certeza de su amor por nosotros, no podremos encontrar la verdadera felicidad. La alegría que nos dan las cosas pasajeras es temporal y, por tanto, no puede satisfacer el anhelo más íntimo del hombre.

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NO ME CONOCÉIS COMO SOY

“Los misioneros han hablado y siguen hablando de Dios en la medida en que ellos mismos me conocen, pero os digo nuevamente que no me conocéis como soy. Por eso vengo a proclamarme como el Padre de todos los hombres, el más tierno de los Padres; y a corregir el amor que me ofrecéis, que está distorsionado por el miedo” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Las palabras que escuchamos ayer del Mensaje del Padre nos exhortaban a dar testimonio de “cuán dulce es vivir en la verdad”. El pasaje que hoy meditamos nos muestra cuán importante es transmitir también la imagen correcta de Dios.

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VIVIR EN LA VERDAD

“Vosotros, que estáis en la verdadera luz, decidles [a los hombres] cuán dulce es vivir en la verdad” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Esta petición brota de lo más profundo del Corazón de nuestro Padre Celestial y se dirige a todas las personas que están en la verdadera luz. Es importante prestar mucha atención a estas palabras: sólo cuando vivimos en la “verdadera luz” somos capaces de dar ese testimonio que el mundo necesita con tanta urgencia. ¡La ambigüedad no hace más que confundir a las personas!

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VICTORIA SOBRE EL ENEMIGO

“¿Queréis obtener la victoria sobre vuestro enemigo? Invocadme y triunfaréis victoriosamente sobre él.”  (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio). 

En su Mensaje, nuestro Padre no deja de lado la dimensión del combate espiritual, porque, en efecto, los hombres tenemos enemigos. Se trata, en primer lugar, de los ángeles caídos, que intentan incluirnos en su rebelión contra Dios o, al menos, dificultar nuestro camino con el Señor.

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LA SANACIÓN DE NUESTRA EXISTENCIA

“¡Venid, acercaos: todos tenéis derecho a acercaros a vuestro Padre! ¡Ensanchad vuestro corazón; rezad a mi Hijo, para que os dé a conocer cada vez más mi bondad hacia vosotros!” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

El descubrimiento cada vez más profundo de la bondad y misericordia de Dios es de una importancia inimaginable, porque a la persona que se sabe amada y aceptada por Él se le revela el gran misterio de amor que está detrás de su vida. Es una certeza de fe que ilumina nuestro entendimiento y penetra en nuestro corazón como una luz viva. De esta manera, nuestra existencia empieza a ser sanada desde su raíz.

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SIGNOS VISIBLES DE LA PRESENCIA DE DIOS

“Deseo, además, que cada familia coloque a la vista de todos la imagen que posteriormente daré a conocer a mi ‘pequeña hija’. Para poder honrarme más fácilmente, deseo que cada familia se ponga bajo mi protección especial” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio). 

El Padre satisface nuestra necesidad humana de ver y palpar. Así como solemos colocar en nuestra casa cuadros y fotos de nuestros seres queridos para recordarlos con más facilidad, también nuestro Padre quiere que demos lugar a una imagen suya en nuestro hogar. Ésta ha de ayudarnos a estar conscientes de que en todo nuestro actuar Él está presente y nos brinda su protección. Especialmente para los niños será de gran ayuda mirar una y otra vez la imagen de Dios Padre y saber que Él vela sobre sus vidas.

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EL TIEMPO APREMIA

“Las almas necesitan ser tocadas con ciertas caricias divinas y el tiempo apremia. ¡No temáis nada! ¡Yo soy vuestro Padre! Yo os ayudaré en vuestros esfuerzos y en vuestro trabajo” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio). 

El tiempo apremia y los hombres han de enterarse del amor que Dios les tiene. Cada día que pasa sin que las personas vivan en la dichosa certeza de saberse amadas por Dios, es un día que carece de lo esencial.

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UN CORAZÓN NUEVO

“Os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne” (Ez 36,26).

¡Lo que está en juego es el corazón del hombre! ¿A quién le pertenece?

Nuestro Padre Celestial quiere habitar en nuestro corazón y hacerlo receptivo a su amor, que sin cesar nos ofrece. El corazón nuevo que Él nos da es uno que ya no se endurece, que no se cierra más al amor, que se ensancha frente a las necesidades de todos los hombres, que ya no tolera la frialdad que aún descubre en sí mismo y permite que el amor de Dios derrita la capa de hielo que a menudo lo rodea.

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