EL SEÑOR ENDEREZA LAS SENDAS

“Confía en el Señor de todo corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia; reconócele en todos tus caminos y él enderezará tus sendas” (Prov 3,5-6)

Es una gran sabiduría no apoyarse sobre la propia inteligencia. Aunque es un maravilloso don que Dios nos concede en el plano natural, el entendimiento quedó oscurecido a consecuencia del pecado original, además de que está sujeto a las limitaciones propias del mundo de lo creado.

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CREER EN EL AMOR DE DIOS 

“Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto”
(Sal 129,4).

En vistas de la gravedad del pecado, sólo podemos enmudecer ante el Señor de cielo y tierra. ¿Quién podría resistir ante la justicia de Dios? ¡Qué indecible tormento le espera a un alma que se obstina en el pecado grave, sin buscar ni acoger el perdón de Dios! Una eternidad separada del Padre que tanto la ama y torturada por despiadados demonios… ¡Qué horizonte tan espantoso!

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LA TRAMPA SE ROMPIÓ Y ESCAPAMOS

“Hemos salvado la vida como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió, y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.”
(Sal 124,7) 

Podemos adherirnos con profunda gratitud a la alabanza que el salmista dirige al Señor. En efecto, el “cazador” coloca muchas trampas alrededor de nuestra alma para apartarla de Dios. Mucho más allá de nuestros enemigos humanos, se trata de los poderes del mal que nos amenazan. Les gusta aprovecharse de nuestra debilidad y de la seducción del mundo para hacer efectivas las diversas trampas con las que pretenden atrapar al hombre.

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LA SANTA PALABRA DE DIOS 

“Tu palabra es pura en extremo, y tu siervo la ama” (Sal 118,140).

La Palabra de Dios nos ha sido dada para que por ella tengamos vida. Es distinta a las palabras meramente humanas. Tiene la fuerza de iluminar toda nuestra vida y de transformarnos. Es el Señor mismo quien se nos comunica a través de su Palabra. En efecto, Dios nos habla y así nos da acceso a su propio ser. A través de las palabras que salen de su Corazón, Él nos concede un encuentro con su amor.

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“OS RECOMPENSARÉ AL CIENTO POR UNO”

“Y a vosotros, que trabajáis para mi gloria y tratáis de hacerme conocer, honrar y amar, os aseguro que vuestra recompensa será grande, porque yo tendré en cuenta todo, hasta el más mínimo esfuerzo que hagáis, y os recompensaré todo al ciento por uno en la eternidad” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Nuestro Padre nos hace ver que es muy importante para Él la expansión de la “obra de amor” que vino a realizar entre los hombres. En las palabras que le dirigió a través de Sor Eugenia al Papa de aquel entonces, el Padre habla de la primacía de esta obra, que es una gracia especial para este tiempo, relacionada con grandes promesas: que se producirán conversiones auténticas y duraderas, que llegará la verdadera paz, que se completará el culto de la Santa Iglesia…

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EL AMOR CRECE

“Cuanto más respondáis a mi amor, tanto más amor recibiréis” (Palabra interior).

Es propio del amor ensancharse tanto más cuanto más espacio se le dé. Por tanto, cuanto más acojamos en nuestro interior el amor de nuestro Padre, cuanto más lo busquemos, tanto más podrá Él comunicársenos.

Tengamos presente que el amor de Dios es ilimitado, mientras que nuestra capacidad de amar es limitada. Cuando nuestro Padre pone su morada en nosotros, Él ilumina y calienta nuestro corazón con la fuerza del Espíritu Santo. Si nos dejamos guiar por esta luz interior y nos entregamos al calor de su amor, la dureza de nuestro interior empieza a transformarse y la capa de hielo que rodea nuestro corazón se derrite.

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“¡DEJAD QUE YO ME OCUPE DE TODO!” 

“No os sobrecarguéis ni os aquejéis con preocupaciones innecesarias. ¡Dejad que yo me ocupe de todo! Os quiero totalmente puros y sinceros, caminando de la mano del Padre como niños, sin preocuparos de qué será mañana” (Palabra interior).

La despreocupación –que no debe confundirse con la ingenuidad o falta de responsabilidad– se cimienta sobre la confianza en Dios y confiere un resplandor especial al camino de seguimiento de Cristo. A menudo va de la mano con una cierta alegría y serenidad, que ni aun en las situaciones más difíciles se desvanece.

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EL PADRE ES NUESTRO CONFIDENTE

“Si queréis experimentar el poder de esta fuente de la que os hablo, primero debéis aprender a conocerme mejor y a amarme tal como yo lo deseo; es decir, no sólo como vuestro Padre sino también como vuestro amigo y confidente” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares. No ha llegado la palabra a mi lengua, y ya, Señor, te la sabes toda” (Sal 138,1-4).

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