UN ALMA LIBRE

“El amor transforma las almas y las hace libres” (San Bernardo de Claraval).

Esta es la extraordinaria obra del Espíritu Santo, que ha sido derramado en nuestros corazones y lleva a cabo su transformación. Conocemos sus siete dones, que sirven para nuestra santificación.

En efecto, es el amor el que nos vuelve receptivos a todo lo que Dios quiere concedernos, porque «Dios es amor» (1Jn 4,16b).

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AMAR A DIOS SIN MEDIDA

“¿Quieres que te diga por qué y cómo debemos amar a Dios? En una palabra: el motivo de amar a Dios es simplemente Dios mismo, y la medida es amarle sin medida” (San Bernardo de Claraval).

¡San Bernardo da en el clavo! Ciertamente podríamos encontrar incontables motivos por los que debemos amar a Dios y nunca terminaríamos de enumerarlos. Pero todos estos se resumen en que amamos a Dios sencillamente porque es Dios y amamos a nuestro Padre por ser como es. Al descubrirlo cada vez más, exclamaremos desde lo más profundo de nuestro corazón: “Oh Dios, te doy gracias por ser nuestro Padre y por ser como eres”.

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LA VIGILANCIA DE DIOS

 

“Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta” (Sal 90,3).

Aunque, sin duda, estamos a salvo bajo las alas de nuestro Padre y Jesús cuida de los suyos, como nos asegura el Evangelio según San Juan (17,12), nuestra vida sigue estando rodeada de peligros. No en vano, la Sagrada Escritura nos advierte de que «el diablo anda rondando como león rugiente, buscando a quién devorar» (1Pe 5,8). Por eso debemos estar alerta en todos los sentidos para no caer en las trampas y en los lazos que el enemigo de nuestra alma tiende a nuestro alrededor. Pero, como sabemos, no solo es el diablo quien nos pone en peligro, sino también nuestra carne y el mundo. Por ello, debemos refrenar nuestras apetencias para no caer en dependencias y permanecer vigilantes para no sucumbir a los seductores placeres y vanidades de este mundo.

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PARA GLORIA DE DIOS PADRE

“Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre” (Fil 2,11).

Reconocer a Jesús como el Señor no solo es importante en el ámbito religioso personal, sino que es la realización del plan de Dios para con toda la humanidad. Este es el designio de nuestro Padre: reunir en Cristo a toda la humanidad para concederle todo lo que le tiene preparado. Muchos pasajes de la Sagrada Escritura dan testimonio de ello.

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NADA SIN LA VERDAD

“La verdad reclama su derecho” (Palabra interior).

Sin verdad, no puede haber verdadero amor ni podemos comprender correctamente la misericordia de nuestro Padre celestial. De hecho, su misericordia jamás pasa por alto ni anula la verdad y la justicia, sino que las necesita como cimiento para que la luz de Dios nos señale el camino correcto.

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