PESCADORES DE HOMBRES

“Echaré una vez más la red de mi amor” (Palabra interior).

En medio de tiempos oscuros, cuando la Iglesia yace debilitada y desorientada, nuestro Padre quiere echar una vez más la red de su amor. Así como en aquel tiempo el Señor llamó a Pedro y a los otros discípulos a ser pescadores de hombres (Mt 4,19), así Él no deja de echar la red de su amor y de llamarnos a cooperar en la pesca, aun en los tiempos más difíciles.

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PENSAR A LO GRANDE DEL AMOR DE DIOS 

“Todavía pensáis demasiado en pequeño de mi bondad y mi amor” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Podemos interpretar estas palabras de nuestro Padre Celestial de varias maneras. Por una parte, es una afirmación que nos trae a la memoria las frecuentes exhortaciones de Jesús a sus discípulos por su falta de fe (cf. p.ej. Mt 16,9). Ciertamente nuestro Padre quiere hacernos entender que su bondad y su amor son inconmensurables, y que le apena mucho que aún no los conozcamos lo suficiente. Sabemos que Él quiere darnos todo en abundancia –más aún, en sobreabundancia–, y que somos nosotros quienes ponemos límites si aún no confiamos suficientemente en Dios, para que su amor se derrame sobre nosotros.

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“OS OFREZCO NUEVAS GRACIAS” 

“Anhelo colmaros más y más de bendiciones. Por eso os ofrezco constantemente nuevas gracias y os traigo a la memoria aquellas que dejáis pasar sin aprovecharlas para vuestras almas” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

La bondad y la gracia de nuestro Padre Celestial son inagotables, y por eso anhela colmarnos con ellas. No se trata sólo de un deseo general de nuestro Padre de hacernos el bien; sino que éste es su anhelo más profundo. Nosotros a menudo no lo entendemos, y por eso fácilmente pasamos de largo ante aquello que Dios quiere concedernos o titubeamos a la hora de responder a sus deseos; nos detenemos en cosas innecesarias y tendemos a volvernos perezosos cuando se trata de cumplir con gran fervor lo que verdaderamente cuenta y lo que nos ha sido encomendado.

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NUESTRA GENEROSA RESPUESTA

“Da al Altísimo como él te ha dado a ti, con ojo generoso, con arreglo a tus medios” (Sir 35,9).

¡Qué maravillosa invitación a honrar a nuestro Padre y vivir en una relación de amor con Él! Se trata de cobrar cada vez más consciencia de su bondad y responder a ella con generosidad. Si seguimos esta sabia indicación, muchas cosas cambiarán.

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EN EL PADRE NO HAY SOMBRA ALGUNA

“A nadie el Señor ha mandado ser impío, a nadie ha dado licencia de pecar” (Sir 15,20).

No nos dejemos engañar, sea quien sea que quiera enseñarnos cosas falsas e inducir a error a las personas, relativizando así la verdad.

Dios rechaza el mal y no hay en Él sombra alguna (St 1,17). Por más que Dios ame al pecador y su propio Hijo haya dado la vida por él, para que se convierta y viva, nuestro Padre rechaza contundentemente el pecado y la maldad. Aquí no hay ambigüedad ni puede haber confusión. Jesús, el Santo y sin pecado, cargó los pecados del mundo; pero él mismo nunca pecó y jamás puede querer que el hombre peque.

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DIOS NO NOS DEJA SUCUMBIR BAJO LA CARGA 

“Dios permite que surjan todo tipo de dificultades para los que se proponen servirle, pero, mientras se confíen a Él, nunca permite que sucumban bajo la carga” (San Francisco de Sales).

Mientras dure nuestra vida terrena, la cruz nos acompañará y nos dará la oportunidad de demostrarle al Señor nuestro amor y de completar lo que falta a sus sufrimientos, como dice San Pablo: “Ahora completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,24).

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“EN EL APRIETO ME DISTE ANCHURA”

“Cuando me encuentro con un corazón abierto, quiero darle todo y, a través suyo, agasajar también a otras personas” (Palabra interior).

Nuestro Padre puede servirse de un corazón que se ha abierto a Él. De hecho, además de amar a cada persona con un amor único y colmarla con su gracia, Dios tiene siempre bajo su amorosa mirada a la familia humana en su totalidad. Así, podemos notar que, cuando nos esforzamos sinceramente por recorrer el camino de la santidad y responder al amor de nuestro Padre, Él nos incluye en su plan de salvación.

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EL CASTILLO INTERIOR

“Si te aferras inconmoviblemente a mí, si rechazas contundentemente todos los pensamientos que te confundan y anclas tu corazón insondablemente en mí, entonces ya no serás tú quien vive, sino que yo viviré en ti y me habré convertido en tu vida” (Palabra interior).

Esta pauta de nuestro Padre es para tiempos de gran confusión, como los que vivimos actualmente en el mundo e incluso en la Iglesia. En esos tiempos, el Padre está particularmente cerca de los suyos, sosteniéndolos en todas las dificultades y preparándolos para que puedan resistir a todo lo que les sobrevenga.

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AL SERVICIO DEL SEÑOR 

“Haz que te encuentre siempre en vela, para que pueda contar contigo a toda hora” (Palabra interior).

Nuestro Padre quiere tomarnos totalmente a su servicio. Para ello, necesita que estemos en vela; es decir, enfocados en Él. Por eso es importante que trabajemos en nuestra disposición interior, para que estemos prontos a asimilar todo aquello que nuestro Padre quiere confiarnos.

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MIS ENTRAÑAS PATERNALES

“Es a vosotros, creaturas mías, a quienes vengo a mostrar mis entrañas paternales, apasionadas de amor por vosotros, hijos míos” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Nuestro Padre quiere mostrarnos su Corazón. A nivel humano, sabemos lo que significa que una persona le diga a otra que su corazón le pertenece. Significa que se lo ha abierto de par en par, para que ella pueda encontrarse con lo más íntimo de su ser.

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