PADRE NUESTRO

“Padre nuestro, que estás en el cielo” (Mt 6,9).

La sugerencia de un hermano y la costumbre de arrodillarse durante la oración del Padrenuestro en la Liturgia de las Horas del Tiempo Cuaresmal me han impulsado a hacer una serie de meditaciones sobre esta oración, deteniéndome en cada una de sus afirmaciones y situándolas en contexto con el Mensaje de Dios Padre a sor Eugenia.

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SUPREMA SABIDURÍA

“Escuchar al Espíritu es suprema sabiduría; vivir en intimidad con Él, una fuente de alegría” (Palabra interior).

El Padre y el Hijo no nos han dejado huérfanos (Jn 14,18), sino que nos han enviado al Espíritu Santo para instruirnos y fortalecernos en todo. Él es el Maestro y guía seguro de nuestra vida espiritual. Si no abandonamos ni relativizamos la auténtica doctrina y enseñanza moral que la Iglesia nos ha transmitido desde siempre, entonces cumplimos las condiciones para que nuestro Maestro pueda instruirnos cada vez más profundamente.

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VERDAD Y LIBERTAD

“Mientras el hombre no viva en la verdad, no podrá gustar la verdadera libertad” (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).

La verdadera libertad consiste en vivir conforme a la voluntad de Dios. Todo lo que nos desvía de Él conduce inevitablemente a una carencia de libertad, porque, como dice el Padre en su mensaje, nos encontramos entonces fuera de la verdadera Ley para cuyo cumplimiento fuimos creados. En consecuencia, vivimos en oposición al sentido más profundo de nuestra existencia y no podemos disfrutar del fruto de la verdadera libertad, que nuestro Padre solo puede concedernos en plenitud cuando vivimos de acuerdo con su Voluntad.

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LA GRAN LIBERTAD DEL AMOR

 

“Una persona que ama prácticamente se sale de toda otra jurisdicción. Ama y haz lo que quieras” (San Agustín).

Esta es una famosa y osada exclamación de San Agustín. Para que adquiera su verdadero sentido, conviene situarla en contexto con la primera parte de la frase: «Una persona que ama prácticamente se sale de toda otra jurisdicción». Aquí ya se marca una limitación, pues se ve que se trata de un amor que no es tan fácil de alcanzar.

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CUÍDATE DE NO SOLTARTE DE SU MANO

“Eleva una y otra vez tu mirada a Dios para examinar si tus acciones y caminos son rectos a sus ojos. Sobre todo, cuídate de no soltarte de su mano” (San Francisco de Sales).

Este consejo de San Francisco de Sales puede convertírsenos en un buen hábito, que hace surgir un diálogo vivo con nuestro Padre. También podemos preguntarle concretamente y con un corazón libre si hay algo que se interpone entre Él y nosotros, y, en caso de ser así, pedirle que nos lo muestre. Nuestro Padre nos responderá y nos ayudará a remover todo obstáculo, de manera que el amor pueda fluir sin trabas. De esta manera, surgirá una relación de confianza más profunda, marcada por una creciente naturalidad, y desaparecerán los miedos que aún podamos tener.

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UN CAMBIO PARA EL MUNDO

“El cambio sólo podrá darse a través de una auténtica conversión y la observancia de mis mandamientos” (Palabra interior).

La solución para que este mundo aún pueda salvarse es divinamente sencilla. Sin embargo, precisamente este requisito parece ser tan difícil para los hombres. ¿Cómo podría producirse un cambio si no es volviendo a Dios? ¿A quién podrían dirigirse si no? ¿Al hombre, a la naturaleza, a sí mismos?

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EL MAYOR MÉRITO DEL HOMBRE

“El mayor mérito del hombre es depositar toda su esperanza en Dios” (San Bernardo de Claraval).

Estas palabras de San Bernardo ponen patas arriba la cosmovisión del hombre natural. Todos tenemos la tendencia a basar nuestro valor en lo que poseemos, en lo que sabemos, en lo que logramos. No es tan fácil superarla, porque estamos rodeados por esta mentalidad y necesitamos un proceso hasta poder dar nuestro pleno asentimiento a lo que hoy nos dice San Bernardo.

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“TÚ ERES MÍO”

“En mi amor, he tomado posesión de ti. ¡Tú eres mío!” (Palabra interior).

¡Así de profundo llega el amor de nuestro Padre por nosotros! A su amor no le basta con colmarnos de bendiciones y hacernos saber de todas las maneras posibles cuánto cuida de nosotros y nos protege. No, su amor va mucho más allá. Nuestro Padre quiere unirse a nosotros para siempre y establecer su morada en nuestro interior. Los místicos han descrito esta unificación con Dios en términos sublimes, y a veces ni siquiera encontraban palabras por lo embriagados que estaban de su amor.

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LA VERDADERA FUERZA

“Fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder” (Ef 6,10).

Estas son las palabras iniciales de una serie de consejos espirituales que el Apóstol Pablo da para resistir en el combate encomendado a todos los que siguen al Señor. Es una invitación a apoyarnos enteramente en Dios y dejar atrás la falsa seguridad que proporciona confiar en las propias fuerzas y habilidades. Debemos entender y asimilar interiormente que la fuerza de Dios consiste sobre todo en su amor. Este nos salva de todos los peligros que jamás seríamos capaces de superar con nuestras propias fuerzas.

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