GRATITUD ETERNA

“¿Cómo podremos jamás agradecerte, oh Amado Padre, por tu amor y tu infinita misericordia?” (Himno de alabanza a la Santísima Trinidad).

Cuando tomamos conciencia del amor de nuestro Padre y admiramos sus obras, empieza a brotar en nosotros un “eterno gracias”, que desemboca en la incesante alabanza de su majestad.

leer más

EL TEMPLO INTERIOR

 

“Haré de tu corazón el trono de mi gloria y de mi misericordia” (Palabra interior).

Si le entregamos nuestro corazón al Padre Celestial, Él no descansará hasta haberlo convertido en un maravilloso templo interior adornado con todo tipo de piedras preciosas. Estas son las virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo que se van desplegando en nosotros. De este modo, nuestro Padre se glorifica en nosotros, porque al adoptar sus rasgos y reflejar su ser, nos vamos convirtiendo en «otros Cristos», como se decía de San Francisco de Asís.

leer más

EL AMOR COMO REGENTE

“Permaneced en mi amor” (Jn 15,9).

El amor de nuestro Padre Celestial nos envuelve, habita en nosotros y nos modela a imagen de Cristo. Si lo hemos reconocido y asimilado mediante la fe, entonces este amor querrá permanecer siempre en nosotros y no se apartará jamás. Es el amor divino y, por tanto, inmutable. Es un regalo que recibimos gratuitamente, pero nuestra tarea y nuestra dicha consisten en permanecer en él. Y esto no es difícil, ya que Dios, por su parte, nunca nos retira su amor. Solo nosotros podemos apartarnos de él cuando somos negligentes en cultivarlo y volcamos nuestro amor de forma desordenada hacia lo creado, alejándonos así de Dios.

leer más

EL ORDEN CORRECTO

“Quien quiera que Dios le escuche, que escuche primero a Dios” (San Agustín).

Por mucho que Dios nos hable, no llegaremos a entenderlo si no aprendemos a identificar su voz, si no asimilamos su Palabra y la ponemos en práctica. Es el Espíritu Santo quien nos recuerda todo lo que Jesús dijo e hizo (Jn 14,26), pero solo puede hacerlo si estamos dispuestos a escuchar al Señor y le prestamos atención. Es decir, es necesaria la disposición correcta de nuestra parte.

leer más

LO PRINCIPAL ES EL CAMINO RECTO

“Más vale cojear por el camino recto que desviarse de él con paso firme” (San Agustín).

No siempre nos sentimos llevados por “alas de águila” en el camino de seguimiento del Señor. Hay etapas en las que avanzamos con dificultad y que requieren mucha paciencia, sobre todo cuando se trata de cargar con una cruz. Nuestro Padre lo permite para que nunca olvidemos que toda gracia procede de Él. Si siempre avanzáramos a pasos agigantados y con gran agilidad, podríamos caer en la tentación de poner nuestros propios méritos en primer lugar y olvidar que es el Señor quien nos sostiene.

leer más