La vida espiritual (Parte II)

 

Habíamos concluido la meditación de ayer con estas palabras del Señor: “Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre del cielo” (Mt 5,48).

Para entender mejor el camino de la transformación interior que Dios obra en nosotros, miremos primero atrás, para fijarnos en el estado originario que gozaba el hombre en el Paraíso y cuáles fueron las consecuencias que marcó en el alma la caída en el pecado.

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La vida espiritual (Parte I)

Puesto que durante las próximas semanas llevaremos a cabo una misión que nos llevará a varias partes de América, saldremos durante algunos días del marco acostumbrado de las meditaciones diarias. Sin embargo, esto no debería ser una desventaja, pues trataremos temas que son importantes para el desarrollo de una vida espiritual sana. Aunque ya hayamos escuchado este tema, siempre resulta provechoso repetirlo, pues, como dice el refrán, “la repetición es la madre de la sabiduría”.

Después de esta pequeña serie sobre la vida espiritual, meditaremos a partir de la próxima semana las lecturas del Libro del Apocalipsis que la Iglesia nos propone antes de cerrar el año litúrgico.

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La buena nueva para la humanidad

Is 61,1-3 (Lectura correspondiente a la memoria de San Martín de Tours)

El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido y me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres, a curar a los de corazón quebrantado, a proclamar el perdón a los cautivos, la libertad a los prisioneros, y a pregonar el año de gracia del Señor,
el día de la venganza de nuestro Dios. El Señor me ha enviado a consolar a los afligidos,
los afligidos de Sión, a cambiar su ceniza en diadema, sus lágrimas en aceite perfumado de alegría y su abatimiento, en cánticos.
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Obediencia a los profetas

1 Re 17,8-16

En aquellos días, el Señor dirigió esta palabra a Elías: “Vete a Sarepta de Sidón y establécete allí, pues yo he ordenado a una viuda de allí que te provea de alimento”. Se preparó y fue a Sarepta. Al llegar a la entrada de la ciudad, vio a una viuda que estaba recogiendo leña. La llamó y le dijo: “Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para beber”. Mientras ella iba a traérselo, la llamó y le dijo: “Tráeme, por favor, un pedazo de pan”. Pero ella respondió: “Por vida del Señor, tu Dios, que no me queda pan cocido. Sólo tengo un puñado de harina en la orza y un poco de aceite en la aceitera. Apenas recoja un manojo de leña, entraré a preparar un pan para mí y para mi hijo; lo comeremos, y luego moriremos”.

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El Templo de Dios

Jn 2,13-22

Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Entonces hizo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes, desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los vendedores de palomas: “Quitad esto de aquí. No convirtáis la casa de mi Padre en un mercado.” Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: “El celo por tu casa me devorará.” Los judíos entonces le dijeron: “¿Qué signo puedes darnos que justifique que puedes obrar así?” Jesús les respondió: “Destruid este santuario y en tres días lo levantaré.” Los judíos le contestaron: “Cuarenta y seis años se ha tardado en construir este santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?” Pero él hablaba del santuario de su cuerpo.

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