NADA SIN LA VERDAD

“La verdad reclama su derecho” (Palabra interior).

Sin verdad, no puede haber verdadero amor ni podemos comprender correctamente la misericordia de nuestro Padre celestial. De hecho, su misericordia jamás pasa por alto ni anula la verdad y la justicia, sino que las necesita como cimiento para que la luz de Dios nos señale el camino correcto.

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EVANGELIO DE SAN JUAN (Jn 16,1-15): “El Espíritu os guiará a la verdad plena”  

“Os he dicho todo esto para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas; más aún: llega la hora en la que todo el que os mate piense que da culto a Dios. Y esto os lo harán porque no han conocido a mi Padre, ni a mí. Pero os he dicho estas cosas para que cuando llegue la hora os acordéis de que ya os las había anunciado. No os las dije al principio porque estaba con vosotros. Ahora voy a quien me envió y ninguno de vosotros me pregunta: ‘¿Adónde vas?’ Pero porque os he dicho esto, vuestro corazón se ha llenado de tristeza; pero yo os digo la verdad: os conviene que me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros. En cambio, si yo me voy, os lo enviaré. Y cuando venga Él, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio; en lo referente al pecado, porque no creen en mí; en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me veréis; en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado. 

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FIJAR LA MIRADA EN EL PADRE

“Mírame en la cruz, mira cómo mantengo la mirada fija en el Padre” (Palabra interior).

Tanto durante su vida terrenal como en la hora de su muerte, Nuestro Señor mantuvo la mirada puesta en el Padre. Todo se centraba en Él: cumplió su misión hasta el final para llevar a cabo la obra del Padre y su anhelo era volver a Él.

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EVANGELIO DE SAN JUAN (Jn 15,19-27): “El odio infundado a Jesús”  

“Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí del mundo, por eso el mundo os odia. Acordaos de las palabras que os he dicho: no es el siervo más que su señor. Si me han perseguido a mí, también a vosotros os perseguirán. Si han guardado mi doctrina, también guardarán la vuestra. Pero os harán todas estas cosas a causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. Si no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían pecado. Pero ahora no tienen excusa de su pecado. El que me odia a mí, también odia a mi Padre. Si no hubiera hecho ante ellos las obras que ningún otro hizo, no tendrían pecado; sin embargo, ahora las han visto y me han odiado a mí, y también a mi Padre. Pero tenía que cumplirse la palabra que estaba escrita en su Ley: ‘Me odiaron sin motivo’. Cuando venga el Paráclito que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. También vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo”.

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LA SABIA GUÍA DE NUESTRO PADRE

“Haz tú lo que puedas, pide lo que no puedas, y Dios te dará para que puedas” (San Agustín).

Una vez que hemos emprendido el camino de seguimiento del Señor, nuestro Padre nos toma a su servicio y nos confiere mucha responsabilidad. Nunca deberíamos rendirnos ante las dificultades que puedan presentarse en nuestro camino y que tienden a «inflarse», mostrándose más grandes de lo que realmente son. Esto también se aplica a situaciones que parecen insuperables. Es aquí donde se nos invita a poner en práctica la frase de San Agustín: avanzamos hasta donde podemos y, llegados a este punto, pedimos a nuestro Padre la gracia para afrontar de manera correcta lo que tenemos por delante y nos sobrepasa.

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EVANGELIO DE SAN JUAN (Jn 15,1-18): “Nada supera al amor”    

Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. Todo sarmiento que en mí no da fruto lo corta, y todo el que da fruto lo poda para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he anunciado. Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí es arrojado fuera, como los sarmientos, y se seca; luego los recogen, los arrojan al fuego y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y se os concederá. En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto y seáis discípulos míos. Como el Padre me amó, así os he amado yo. Permaneced en mi amor. 

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LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS

“Cada día es importante; en cada hora ofrezco mi salvación a los hombres” (Palabra interior).

Estas palabras nos recuerdan la exhortación de san Pablo: «Aprovechad bien el tiempo presente» (Ef 5, 16). Nos llaman a una gran vigilancia y a estar atentos a la guía de nuestro Padre. De hecho, esta vigilancia nos ayuda a permanecer conscientes de la importancia de la salvación de las almas, que de otro modo corremos el peligro de olvidar con el transcurso del tiempo.

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Evangelio de San Juan (Jn 14,24-31):  “La paz de Cristo”  

 

Hoy volvemos a las meditaciones del Evangelio de San Juan, cerrando el capítulo 14:

Jn 14,24-31

“El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que escucháis no es mía sino del Padre que me ha enviado. Os he hablado de todo esto estando con vosotros; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todo y os recordará todas las cosas que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis escuchado que os he dicho: ‘Me voy y vuelvo a vosotros’. Si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. Os lo he dicho ahora antes de que suceda, para que cuando ocurra creáis. Ya no hablaré mucho con vosotros, porque viene el príncipe del mundo; contra mí no puede nada, pero el mundo debe conocer que amo al Padre y que obro tal y como me ordenó. ¡Levantaos, vámonos de aquí!” leer más

¿Cómo obtener un corazón puro? (Parte III)

Concluimos hoy el tema que habíamos estado tratando durante los últimos días: el camino para alcanzar un corazón puro. Nos basamos en estas palabras de Jesús:

“Lo que realmente contamina al hombre es lo que sale de él. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, los deseos avariciosos, las maldades, el fraude, la deshonestidad, la envidia, la blasfemia, la soberbia y la insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.” (Mc 7,20-23)

Lo que habíamos dicho ayer con respecto al manejo de los pensamientos, se aplica también a todos los otros campos a los que el Señor hace alusión. Es de esperar que en nuestro corazón no se encuentren todas estas maldades mencionadas; pero sí que reside en nuestra naturaleza caída la tendencia a ello. Hemos de estar atentos –aunque no con escrúpulos ni tensiones– a lo que percibimos en nuestro interior, y afrontarlo como corresponde.

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EL AMOR DERRITE TODA ASPEREZA

“Yo te amo más de lo que tú me amas” (Palabra interior).

Aunque en nuestro corazón ya haya despertado y empezado a arder el amor a Dios, siempre hemos de tener presente que Él nos ama infinitamente más de lo que nosotros le amamos. Es un «océano de amor» que nos envuelve por completo, sin por eso olvidar un solo instante a sus demás hijos y criaturas. Este es el amor del que nos nutrimos y, si lo dejamos entrar en nuestra vida y le abrimos las puertas de nuestro corazón, nos convertimos nosotros mismos en un manantial de este amor.

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