Puestos en libertad [Pedro y Juan], vinieron a los suyos y les contaron lo que los príncipes de los sacerdotes y los ancianos les habían dicho. Ellos, al oírlo, elevaron unánimes la voz a Dios y dijeron: “Señor, Tú eres el que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, el que por el Espíritu Santo, por boca de nuestro padre David tu siervo, dijiste: ‘¿Por qué se han amotinado las naciones, y los pueblos han tramado empresas vanas? Se han alzado los reyes de la tierra, y los príncipes se han aliado contra el Señor y contra su Cristo’. Pues bien, en esta ciudad, Herodes y Poncio Pilato, con las naciones y con los pueblos de Israel, se aliaron contra tu santo Hijo Jesús, al que ungiste, para llevar a cabo cuanto tu mano y tu designio habían previsto que ocurriera.
Showing all posts by Elija
LA CONFIANZA DE DIOS EN NOSOTROS
«No hay mejor medida del amor que la confianza» (Maestro Eckhart).
Cuanto más confiamos en Dios, más le amamos. Podemos entender bien esta medida y recurrir a ella para examinar el estado de nuestro amor. Lo mismo se puede decir a la inversa: cuanto menos confiamos, menos ha triunfado el amor en nosotros. Si incluso hubiera desconfianza en nuestro corazón, sería señal de que éste está cerrado y nuestra relación con el Padre Celestial se ha oscurecido.
EL REGALO DE NUESTRO PADRE CELESTIAL
«¡Elevaos todos a esta dignidad de hijos de Dios!» (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).
La dignidad que el Padre nos otorga no la alcanzamos por nuestros propios esfuerzos. Es sencillamente un regalo de su bondad. En otro pasaje del Mensaje a Sor Eugenia, el Padre nos dice: “Fue Él [Jesús] quien vino a trazaros el camino a la perfección. A través de Él os adopté en mi amor infinito como verdaderos hijos, y, desde entonces, ya no os llamo por el simple nombre de ‘criaturas’; sino que os llamo ‘hijos’.”
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 4,13-22): “La obediencia a Dios es lo primero”
Al ver la valentía con que hablaban Pedro y Juan, como sabían que eran hombres sin letras y sin cultura, estaban admirados, puesto que los reconocían como los que habían estado con Jesús; y viendo de pie con ellos al hombre que había sido curado, nada podían oponer. Les mandaron salir fuera del Sanedrín, y deliberaban entre sí: “¿Qué vamos a hacer con estos hombres? Porque es público entre todos los habitantes de Jerusalén que por medio de ellos se ha realizado un signo evidente, y no podemos negarlo. Pero para que no se divulgue más entre el pueblo, vamos a intimidarles a que no hablen más a nadie en este nombre”. Y les hicieron llamar y les ordenaron que de ningún modo hablaran ni enseñaran en el nombre de Jesús.
AMISTAD EN LA VERDAD
«No puede haber amistad entre personas con una visión moral opuesta» (San Ambrosio).
La verdadera amistad se basa en valores comunes, y éstos deben ser acordes a la verdad. De lo contrario, sería una especie de camaradería. La amistad se destruye cuando uno de los amigos abandona el fundamento común. Esto es especialmente importante en el caso de los valores morales. En una amistad, uno se fortalece y apoya mutuamente en la visión común de la verdad y comparte los mismos principios, por lo que no puede subsistir tal relación si las convicciones morales divergen. ¡Esta es una deuda con la verdad!
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 4,1-12): “En ningún otro Nombre está la salvación”
Mientras Pedro y Juan hablaban al pueblo se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del Templo y los saduceos, molestos porque enseñaban al pueblo y anunciaban en Jesús la resurrección de los muertos. Les prendieron y metieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque ya había anochecido. Muchos de los que habían oído la palabra creyeron, y el número de los hombres llegó a ser de unos cinco mil. Al día siguiente se reunieron en Jerusalén los jefes de los judíos, los ancianos y los escribas, así como Anás, el sumo sacerdote, Caifás, Juan, Alejandro y todos los que eran de la familia de los príncipes de los sacerdotes. Les hicieron comparecer en el centro y les preguntaron: “¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho vosotros esto?” Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les respondió: “Jefes del pueblo y ancianos, si nos interrogáis hoy sobre el bien realizado a un hombre enfermo, y por quién ha sido sanado, quede claro a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel que ha sido por el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por él se presenta éste sano ante vosotros.
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 3,18-26): “Pedro predica con intrepidez”
Pedro dijo al pueblo: “Dios cumplió así lo que había anunciado de antemano por boca de todos los profetas: que su Cristo padecería. Arrepentíos, por tanto, y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados, de modo que vengan del Señor los tiempos de la consolación, y envíe al Cristo que ha sido predestinado para vosotros, a Jesús, a quien es preciso que el cielo lo retenga hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas, de las que Dios habló por boca de sus santos profetas desde antiguo. Moisés, en efecto, dijo: ‘El Señor Dios vuestro os suscitará de entre vuestros hermanos un profeta como yo; le escucharéis en todo lo que os diga. Y sucederá que todo el que no escuche a aquel profeta será exterminado del pueblo’. Todos los profetas desde Samuel y los que vinieron después, cuantos hablaron, anunciaron estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas y de la alianza que Dios estableció con vuestros padres cuando le dijo a Abrahán: ‘En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra’. Al suscitar a su Hijo, Dios lo ha enviado en primer lugar a vosotros, para bendeciros cuando cada uno se convierta de sus maldades”.
LA PRIMACÍA DE LA VERDAD
“Si la verdad constituye un escándalo, que se produzca el escándalo y se diga la verdad” (San Ambrosio).
Nunca se puede sacrificar el bien supremo de la verdad en aras de una falsa unidad. De hecho, sería solo una aparente unidad que no podría perdurar. Sería como pretender vivir en comunión y en paz con nuestro Padre y, al mismo tiempo, despreciar sus mandamientos y no esforzarnos por cumplirlos. Esto se puede aplicar a muchos ámbitos y siempre llegaríamos a la misma conclusión: la verdad es un bien tan alto que debemos someternos a ella. Dios mismo es la verdad y nunca puede actuar sin ella.
DIOS NOS ESPERA EN NUESTRO CORAZÓN
“Dios está siempre en nosotros; somos nosotros quienes rara vez estamos en casa” (Maestro Eckhart).
¡Con qué insistencia los místicos nos exhortan a buscar la vida interior, es decir, la vida de Dios en nuestra propia alma! Es allí donde la Santísima Trinidad ha establecido su morada. Nuestro Padre está siempre presto a entablar el diálogo más íntimo con nosotros. Pero, como dice el Maestro Eckhart, rara vez estamos en casa, es decir, nuestros pensamientos y aspiraciones a menudo están centrados en lo exterior y, por tanto, nos dejamos llevar fácilmente por la inquietud de este mundo.
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 3,1-11): “La curación de un paralítico en el Templo”
Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la hora nona. Había un hombre, cojo de nacimiento, al que solían llevar y colocar todos los días a la puerta del Templo llamada Hermosa para pedir limosna a los que entraban en el Templo. En cuanto vio que Pedro y Juan iban a entrar en el Templo, les pidió que le dieran una limosna. Pedro -junto con Juan- fijó en él la mirada y le dijo: “Míranos”. Él les observaba, esperando recibir algo de ellos. Entonces Pedro le dijo: “No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te lo doy: ¡en el nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda!” Y tomándole de la mano derecha lo levantó, y al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos. De un brinco se puso en pie y comenzó a andar, y entró con ellos en el Templo andando, saltando y alabando a Dios. Todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios, y reconocían que era el mismo que se sentaba a la puerta Hermosa del Templo para pedir limosna.