«Lo mejor y lo más maravilloso que puedes lograr en esta vida es callar y dejar que sea Dios quien actúe y hable» (Maestro Eckhart).
El silencio tiene un valor y una grandeza en sí mismo, siempre y cuando no sea esa mudez que puede surgir del miedo y los respetos humanos. Al saber callar, sustrayéndonos a la tendencia a comunicarlo y comentarlo todo, aprendemos a aceptar las circunstancias dadas, a ponderarlas más profundamente y a afrontarlas con mayor reflexión previa. Así, escapamos del dinamismo de un mundo acelerado, que trae consigo demasiada inquietud y una lógica de «acción-reacción» en la que se actúa con precipitación.