“Padre mío que estás en el cielo, ¡cuán dulce y suave es saber que tú eres mi Padre y que yo soy tu Hijo!” (de la oración de la Madre Eugenia Ravasio “Dios es mi Padre”).
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Evangelio de San Juan (Jn 7,14-24): Buscar la gloria de Dios
Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar. Los judíos quedaron admirados y comentaban: “¿Cómo sabe éste de letras sin haber estudiado?” Entonces Jesús les respondió y dijo: “Mi doctrina no es mía sino del que me ha enviado. Si alguno quiere hacer su voluntad conocerá si mi doctrina es de Dios, o si yo hablo por mí mismo. El que habla por sí mismo busca su propia gloria; pero el que busca la gloria del que le envió, ése es veraz y no hay injusticia en él. ¿No os dio Moisés la Ley? Sin embargo, ninguno de vosotros la cumple. ¿Por qué queréis matarme?” Respondió la multitud: “Estás endemoniado; ¿quién te quiere matar?” Jesús les contestó: “Yo hice una sola obra y todos os habéis extrañado.
DIOS ES MI PADRE
Padre mío que estás en el cielo, ¡cuán dulce y suave es saber que tú eres mi Padre y que yo soy tu Hijo!
Evangelio de San Juan (Jn 7,1-13): Jesús sube a Jerusalén a escondidas
Después de esto caminaba Jesús por Galilea, pues no quería andar por Judea, ya que los judíos le buscaban para matarle. Pronto iba a ser la fiesta judía de los Tabernáculos. Entonces le dijeron sus hermanos: “Márchate de aquí y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces, porque nadie hace algo a escondidas si quiere ser conocido. Puesto que haces estas cosas, muéstrate al mundo”. Ni siquiera sus hermanos creían en él. Entonces, Jesús les dijo: “Mi tiempo aún no ha llegado, pero vuestro tiempo siempre está a punto. El mundo no puede odiaros, pero a mí me odia porque doy testimonio de él, de que sus obras son malas.
INICIO DE LA SABIDURÍA
Evangelio de San Juan (Jn 6,60-71): “Tú eres el Santo de Dios”
Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: “Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?” Jesús, conociendo en su interior que sus discípulos estaban murmurando de esto, les dijo: “¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros algunos que no creen.” (Es que Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.)
EL TRONO DE JESÚS
“Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, igual que yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono” (Ap 3,21).
Evangelio de San Juan (Jn 6,41-59): Pan de vida eterna
Los judíos, entonces, comenzaron a murmurar de él por haber dicho: “Yo soy el pan que ha bajado del cielo”. Y decían: “¿No es éste Jesús, el hijo de José, de quien conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo es que ahora dice: ‘He bajado del cielo’?” Respondió Jesús y les dijo: “No murmuréis entre vosotros. Nadie puede venir a mí si no le atrae el Padre que me ha enviado, y yo le resucitaré en el último día. Está escrito en los Profetas: ‘Y serán todos enseñados por Dios’. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, el único que ha visto al Padre es el que ha venido de Dios. En verdad, en verdad os digo que el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron.
Evangelio de San Juan (Jn 6,30-40): “Al que venga a mí no lo echaré fuera”
Los judíos le dijeron: “¿Qué signo haces para que, al verlo, creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: ‘Pan del cielo les dio de comer.’” Jesús les respondió: “En verdad, en verdad os digo que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo.” Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan.” Les dijo Jesús: “Yo soy el pan de vida. El que venga a mí no tendrá hambre, y el que crea en mí no tendrá nunca sed. Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis.
EL AMOR APREMIANTE
“El Espíritu Santo no tolera dilación; exige una obediencia pronta a sus mociones” (San Francisco de Sales).