Palabras claras del Apóstol

Rom 2,1-11

Tú que juzgas, quienquiera que seas, no tienes excusa, pues, al juzgar a otros te condenas a ti mismo, ya que haces lo mismo que aquellos a quienes juzgas. Pero sabemos que Dios juzga conforme a la verdad a los que hacen semejantes cosas. Y si tú, que juzgas a los que cometen tales cosas, haces lo mismo que ellos, ¿piensas que vas a escapar al juicio de Dios? ¿O desprecias tal vez sus tesoros de bondad, paciencia y tolerancia, sin reconocer que esa bondad de Dios te impulsa a la conversión?

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Dios se manifiesta en las obras de la Creación

Rom 1,16-25

Yo no me avergüenzo del Evangelio, que es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: del judío en primer lugar, pero también del griego. Porque en él se revela la justicia de Dios, de fe en fe, como dice la Escritura: ‘El justo vivirá por la fe’. En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo contra las maldades e injusticias de los hombres que aprisionan la verdad con su injusticia, pues ellos tienen claro lo que se puede conocer de Dios, ya que el propio Dios se lo manifestó. Porque lo invisible de Dios se manifiesta a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad.

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El signo del Señor y su Iglesia

Lc 11,29-38

En aquel tiempo, Jesús comenzó a decir a la gente reunida junto a él: “Esta generación es una generación malvada; pide un signo pero no se le dará otro signo que el de Jonás. Porque así como Jonás fue signo para la gente de Nínive, así lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón; y aquí hay algo más que Salomón. La gente de Nínive se levantará en el Juicio con esta generación y la condenarán, porque al menos ellos se convirtieron por la predicación de Jonás; y aquí hay algo más que Jonás.”

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El joven rico

Mc 10,17-27

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo y, arrodillándose ante él, le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para tener la vida eterna?” Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre.” Él, entonces, le dijo: “Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud.” Jesús, fijando en él su mirada con cariño, le dijo: “Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Luego, ven y sígueme.” Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.

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En todo nos acreditamos como ministros de Dios

2Cor 6,4-10 (Lectura correspondiente a la memoria de San Dionisio y compañeros mártires)

En todo nos acreditamos como ministros de Dios, soportando con frecuencia tribulaciones, necesidades y angustias; azotes, cárceles y algaradas; fatigas, desvelos y ayunos. Y lo hacemos con nobleza, ciencia, paciencia y bondad, con la ayuda del Espíritu Santo y apoyándonos en una caridad sincera; ofreciendo un mensaje veraz y contando con el poder de Dios; usando las armas de la justicia a diestra y siniestra.

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Tiene que llegar uno más fuerte

Lc 11,14-26

En aquel tiempo, estaba Jesús expulsando un demonio que era mudo, y apenas salió el demonio, rompió a hablar el mudo. La gente quedó admirada, aunque algunos de ellos comentaban: “Éste expulsa los demonios por Beelzebul, Príncipe de los demonios.” Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Pero él, adivinando sus intenciones, les dijo: “Todo reino dividido contra sí mismo quedará asolado, y una casa se desplomará sobre la otra. Entonces, si también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino?… porque decís que yo expulso los demonios por Beelzebul.

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Me lanzo a lo que está por delante

Fil 3,8-14 (Lectura correspondiente a la memoria de San Bruno)

Hermanos: Todo lo considero pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él perdí todas las cosas; incluso las tengo ahora por basura con tal de ganar a Cristo y vivir en él, no por mi justicia, la que procede de la Ley, sino por la que viene de la fe en Cristo, justicia que procede de Dios, por la fe. Y, de este modo, lograr conocerle a él y la fuerza de su resurrección, y participar así de sus padecimientos, asemejándome a él en su muerte, con la esperanza de alcanzar la resurrección de entre los muertos. 

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El primado de la contemplación

Lc 10,38-42

En aquel tiempo, entró Jesús en un pueblo, donde una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Tenía ésta una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Al fin, se paró y dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.” Le respondió el Señor: “Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada.”

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Amor a Dios y amor al prójimo

Lc 10,25-37

En aquel tiempo, se presentó un doctor de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?” Él le contestó: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees tú?” Y éste le respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo”. Y le dijo: “Has respondido bien: haz esto y vivirás”. 

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