¡Los ‘reyes Ajab’ de este mundo deben convertirse!

1Re 21,17-29

Después de la muerte de Nabot, Yahvé dirigió esta palabra a Elías tesbita: “Disponte a bajar al encuentro de Ajab, rey de Israel, que está en Samaría. En este momento se encuentra en la viña de Nabot, a donde ha bajado para tomar posesión de ella. Le hablarás así: Esto dice Yahvé: ¿Has asesinado y pretendes tomar posesión? Por esto, así habla Yahvé: En el mismo lugar donde los perros han lamido la sangre de Nabot, lamerán los perros también tu propia sangre.”

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Vencer la avaricia

1Re 21,1-16

Nabot de Yizreel tenía una viña en Yizreel, al lado del palacio de Ajab, rey de Samaría. Ajab dijo a Nabot: “Dame tu viña para hacerme una huerta, ya que está justo al lado de mi casa. Yo te daré a cambio una viña mejor o, si prefieres, te pagaré su valor en dinero”. Pero Nabot respondió a Ajab: “¡El Señor me libre de cederte la herencia de mis padres!” Ajab se fue a su casa malhumorado y muy irritado por lo que le había dicho Nabot, el izreelita: “No te daré la herencia de mis padres”. Se tiró en su lecho, dio vuelta la cara y no quiso probar bocado.

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CONQUISTAR ALMAS CON EL AMOR

Estamos llamados a llevar a los hombres el mensaje de que Dios los ama infinitamente, y a mostrarles los caminos que el Padre Celestial ha escogido para darles la certeza de este amor.

A Dios le agrada hacernos partícipes de esta noble tarea, convirtiéndonos así en colabores suyos.

¿A quién no le gustaría contar sobre un soberano que verdaderamente merece este nombre; un soberano que al mismo tiempo es para nosotros padre, hermano y amigo; un soberano a quien no hace falta idealizar y encumbrar; un rey que ama?

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El misterio de la Trinidad

Jn 16, 12-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.”

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QUE TODOS SEAN UNO

En realidad, uno pensaría que en todas aquellas partes del mundo que han sido bendecidas con el anuncio de la fe cristiana, así como las regiones marcadas por el judaísmo y aquellas otras donde se tiene conocimiento de las escrituras del Antiguo Testamento, se debería reconocer a Dios como amoroso Padre.

Ciertamente en parte sucede así… Pero ¿será que este conocimiento llega hasta lo más profundo? ¿Realmente el encuentro con Dios es la experiencia que regocija el corazón y que todo lo impregna; la experiencia que nos pone en marcha para hablarles de este Dios a todas las personas?

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Los dones del Espíritu Santo (7/7): EL DON DE SABIDURÍA

Si el don de entendimiento nos permite penetrar en los misterios divinos, el don de sabiduría nos concede un “delicioso” conocimiento de Dios:

“¡Gustad y ved qué bueno es el Señor!” –exclama el salmista (Sal 34,9). Primero nos invita a gustar, y sólo después a ver.

El don de sabiduría nos concede una experiencia del corazón, nos permite echar una mirada al amor de Dios a través del corazón. Por eso decimos que es un “degustar espiritual” del amor divino. 

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CONOCER A DIOS

¿Por qué, amado Padre, quieres que te conozcamos, te honremos y te amemos, como se lo dijiste a la Madre Eugenia Ravasio? Tú posees la plenitud en ti mismo y nada te falta…

Pero Tú mismo nos das la respuesta:
“No es que desee ser conocido, honrado y amado porque estuviese necesitado de Mi criatura o de su adoración. ¡No! Es sólo porque deseo salvarla y hacerla partícipe de Mi gloria que Me rebajo a ella.”

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Los dones del Espíritu Santo (6/7): EL DON DE INTELIGENCIA

“El Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios.” (1Cor 2,10)

Mientras que el don de ciencia nos ayuda a sustraernos de la atracción de las criaturas, reconociendo en una mirada interior su nada (en cuanto que fueron creadas de la nada), y nos hace comprender que toda vida y belleza proceden de Dios; el don de entendimiento nos ayuda a penetrar en el misterio de Dios con la luz del Espíritu Santo mismo.

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