“PERSEVERAR EN EL CAMINO”

 

«No se recompensa el comienzo, sino solo la perseverancia» (Santa Catalina de Siena).

Hay un proverbio muy fuerte que dice: «El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones». Es una seria advertencia para no desfallecer en el buen camino que se ha emprendido o se quiere emprender. La Sagrada Escritura también nos dirige amonestaciones similares, con diferentes formulaciones. Siempre se trata de exhortarnos a la perseverancia y la constancia en el camino de Dios.

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CARTA A LOS ROMANOS (Rom 2,3-11): El juicio de Dios

Rom 2,3-11

¿Te figuras, tú que juzgas a los que cometen tales cosas y las cometes tú mismo, que escaparás al juicio de Dios? O ¿desprecias, tal vez, sus riquezas de bondad, de paciencia y de longanimidad, sin reconocer que esa bondad de Dios te impulsa a la conversión? Por la dureza y la impenitencia de tu corazón vas atesorando contra ti cólera para el día de la cólera y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual dará a cada cual según sus obras: a los que, por la perseverancia en el bien busquen gloria, honor e inmortalidad: vida eterna; mas a los rebeldes, indóciles a la verdad y dóciles a la injusticia: cólera e indignación. Tribulación y angustia sobre toda alma humana que obre el mal: del judío primeramente y también del griego; en cambio, gloria, honor y paz a todo el que obre el bien; al judío primeramente y también al griego; que no hay acepción de personas en Dios.

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CARTA A LOS ROMANOS (Rom 1,18-25): La desolación de las naciones

Rom 1,18-25

En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo sobre toda impiedad e injusticia de los hombres que tienen aprisionada la verdad en la injusticia. Porque lo que se puede conocer de Dios es manifiesto en ellos, ya que Dios se lo ha mostrado. Pues desde la creación del mundo las perfecciones invisibles de Dios -su eterno poder y su divinidad- se han hecho visibles a la inteligencia a través de las cosas creadas. De modo que son inexcusables, porque habiendo conocido a Dios no le glorificaron como Dios ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos y se oscureció su insensato corazón: presumiendo de sabios se hicieron necios y llegaron a transferir la gloria del Dios incorruptible a imágenes que representan al hombre corruptible, y a aves, a cuadrúpedos y a reptiles. 

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“EL AMOR NO TOLERA SOMBRAS”  

 

«Cultiva una íntima relación con el Espíritu Santo para que se desvanezcan todas las sombras de tu vida y Él pueda guiarte sin obstáculo alguno» (Palabra interior).

¿Cuál es nuestra contribución a la verdadera paz, siendo así que no disponemos de medios externos para conseguirla? La verdadera paz solo llegará cuando vivamos en armonía con Dios, porque la raíz de la discordia proviene del alejamiento de Dios, es decir, del pecado.

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“ESPERAR LA GRACIA”

«Sin la gracia de Dios, no podría hacer nada» (Santa Juana de Arco).

Santa Juana de Arco expresa una verdad fundamental de manera muy sencilla. Ella sabe que depende de Dios en todo. Sin embargo, esta dependencia no tiene la connotación negativa que solemos asociar a este término cuando nos referimos a una situación que nos priva de nuestra libertad. Esto nunca sucede con nuestro Padre Celestial, ya que la dependencia de Él es la realización más profunda de nuestro ser. Por ello, conviene hacer énfasis en el cuidado amoroso de Dios, del que dependemos. En efecto, es así.

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CARTA A LOS ROMANOS (Rom 1,1-7.13-17): La obediencia de la fe

Habiendo meditado todo el Evangelio de San Juan y los Hechos de los Apóstoles, y después de haber dirigido nuestra atención al Espíritu Santo en el marco de Pentecostés, me gustaría detenerme en la Carta de San Pablo a los Romanos a lo largo de las próximas semanas. De todas sus epístolas, esta es la más completa y también se la conoce como el «Testamento de San Pablo». No leeremos todo el texto, sino solo los pasajes más importantes que se prestan para comentarlos.

Aprovecho la ocasión para recomendaros que leáis esta carta de San Pablo en su integridad y así pongáis en práctica el consejo de leer diariamente la Sagrada Escritura, que es tan provechosa.

Como siempre, encontraréis al final el enlace a una meditación sobre el Evangelio o la lectura del día, para quienes prefieran permanecer en este esquema.

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LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO (VII): El don de sabiduría

Si el don de entendimiento nos permite penetrar en los misterios divinos, el don de sabiduría nos concede un “delicioso” conocimiento de Dios:

“¡Gustad y ved qué bueno es el Señor!” –exclama el salmista (Sal 34,9). Primero nos invita a gustar, y sólo después a ver.

El don de sabiduría nos concede una experiencia del corazón, nos permite echar una mirada al amor de Dios a través del corazón. Por eso decimos que es un “degustar espiritual” del amor divino.

Entre Dios y nosotros surge una cierta familiaridad interior, algo como una comprensión intuitiva que se da con el corazón, porque dice la Escritura: “El que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él” (1Cor 6,17). Gracias a esta familiaridad interior con Dios, el conocimiento de sus misterios adquiere un calor especial, así como un rayo de sol que calienta a la vez que ilumina.

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“UNA PEQUEÑA SEMILLA”

«Vivir en el amor significa navegar para siempre y esparcir semillas de alegría y de paz en los corazones» (Santa Teresita del Niño Jesús).

Santa Teresita se refiere aquí a la obra del Espíritu Santo a través de sus siete dones. Cuando éstos se activan en un alma, ella comienza a navegar como una barca, como lo describe la “Florecilla” de manera tan bella. Antes, la persona tenía que remar con sus propias fuerzas, aunque impulsada por el Espíritu Santo. Pero ahora, bajo la guía directa del Espíritu Santo, su travesía se vuelve más ágil.

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LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO (VI): El don de inteligencia

“El Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios.” (1Cor 2,10)

Mientras que el don de ciencia nos ayuda a sustraernos de la atracción de las criaturas, reconociendo en una mirada interior su nada (en cuanto que fueron creadas de la nada), y nos hace comprender que toda vida y belleza proceden de Dios; el don de entendimiento nos ayuda a penetrar en el misterio de Dios con la luz del Espíritu Santo mismo.

Nuestro entendimiento no es capaz de penetrar en los misterios divinos con la sola ayuda de la fe, aunque nos aferremos a las verdades reveladas. Y es que la fe es, por un lado, una gran luz; pero, por otro lado, es todavía oscura. Es una luz en cuanto que nos transmite la verdad sobre Dios y sobre todo lo que necesitamos para el camino de seguimiento de Cristo. Pero ella no nos permite penetrar en el misterio de Dios mismo, ni comprender su Ser desde dentro. El conocimiento de Dios permanece, de alguna manera, a oscuras. San Pablo dirige nuestra mirada a la eternidad, donde veremos a Dios cara a cara:

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