“JESÚS, TE AMO”

Estas habrían sido las últimas palabras del Papa Benedicto XVI antes de morir; tres sencillas palabras que nos permiten echar una profunda mirada en el corazón de este Pontífice, que ahora se encontrará con Dios en toda su gloria.

Sólo el Espíritu Santo puede despertar en el corazón de los hombres este amor a Jesús y hacer que encuentren su hogar en el amor de la Santísima Trinidad. Con estas últimas palabras, el Papa Benedicto demuestra ser un hijo de este amor.

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EL VERDADERO ALIMENTO

“Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra” (Jn 4,34).

La palabra de Nuestro Señor es una clara guía para nosotros. Hacer la Voluntad del Padre no sólo es el alimento para Jesús, sino para todos nosotros. Sólo este alimento nos sacia de verdad, porque nos introduce en el sentido primordial de nuestra existencia. leer más

MEDITACIONES DE NAVIDAD (8/8): La Madre De Dios

Si, al iniciar el año, ponemos nuestra mirada en la Madre del Señor, tal como la Iglesia nos insta a hacerlo, entonces todo se esclarece, a pesar de las nubes oscuras que actualmente se ciernen sobre el mundo.

Todo se esclarece, porque Tú, oh María, fuiste elegida como hija del género humano. Tú no solamente diste a luz al Hijo de Dios; sino que también lo seguiste como discípula. Así, el Señor te incluyó de forma especial en el plan de la salvación. Esto nos da esperanza, porque nuestro Padre, que te confió a su Unigénito, te convirtió también en Madre de la humanidad redimida.

Por eso, al finalizar la Octava de Navidad y al iniciar el  nuevo año, nos dirigimos a Ti, oh Madre de este Amado Niño, y ponemos en tu corazón a todos los hombres.

Cuando fracasan todos nuestros esfuerzos por llevar a las personas a Jesús; cuando los corazones parecen obstinados y endurecidos; cuando las mentes están como enceguecidas, confiamos a tu intercesión especialmente a aquellos por quienes luchamos. Tú conoces caminos para llegar a los corazones de los hombres, que nosotros desconocemos.

Pero, amada Madre, no son sólo ciertas almas en particular las que están en peligro; sino que “la oscuridad cubre la tierra y espesa nube a los pueblos” (Is 60,2). Parecería que el príncipe de las tinieblas quiere someter a todos los pueblos, prometiéndoles a los hombres un paraíso artificial y usurpándoles su libertad. Pero sólo conseguirá victorias pírricas, porque Tu Amado Hijo vino al mundo a destruir las obras del diablo (1Jn 3,8), y efectivamente lo hizo.

Y tú, amada Madre, fuiste llamada a aplastar la cabeza de la serpiente (Gen 3,15)… ¡y así sucede!

Suplícale a tu Hijo que muchas personas se conviertan en este año; alcánzanos una Iglesia que arda por la salvación de las almas; intercede para que los poderosos sean derribados de sus tronos (cf. Lc 1,52), de manera que la oscuridad anticristiana sea ahuyentada y llegue un tiempo de consolación (cf. Hch 3,20).

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“¡TENED VALOR!”

“¡Tened valor, y firme el corazón, vosotros, los que esperáis en el Señor” (Sal 30,25).

Una y otra vez el Señor nos da ánimo, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Fácilmente sucede que, ante tanta miseria y aflicción que vemos en este mundo, nos sentimos impotentes. Esto ocurre aún más cuando percibimos nuestras propias debilidades y limitaciones.

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MEDITACIONES DE NAVIDAD (7/8): Tu luz ahuyentará las tinieblas

Amado Niño, ya casi hemos llegado al final de estas meditaciones de Navidad, y también el año está a punto de culminar.

Amado Señor, ha sido un año tan extraño e incluso absurdo para muchas personas… ¿A quién podrán dirigirse si no a Ti, que incluso en tiempos tan confusos estás presente, y quizá de forma especial cuando ves la necesidad y angustia de las personas?

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MEDITACIONES DE NAVIDAD (6/8): Nada podrá separarnos de Tu amor

Apenas habías llegado al mundo, oh Divino Niño, cuando Tus padres tuvieron que huir contigo a Egipto. Es admirable la obediencia de Tu padre adoptivo, San José, al partir de inmediato en cuanto hubo recibido esta orden en un sueño (Mt 2,13-14).

El esfuerzo, las fatigas y adversidades, el sufrimiento y la muerte caracterizan este mundo como consecuencia del pecado, y estaríamos para siempre perdidos si no fuera porque Tú viniste a nosotros y nos trajiste la luz de la esperanza.

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