“NI LA TINIEBLA ES OSCURA PARA TI”

“Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;
si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha”
(Sal 138,8-10).

Junto con el salmista, alabamos la omnipresencia de nuestro Padre, ante quien nada está escondido y de quien está lleno todo el orbe de la tierra.

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La lucha contra el demonio (Parte II)

“Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe.” (1Pe 5,8-9)

La comparación con un león rugiente nos deja en claro que, en el combate espiritual, nos enfrentamos a un terrible enemigo. Éste está dispuesto a todo y acecha cuidadosa y agresivamente a su víctima. Para colmo de males, este rival no se atiene de ningún modo a las “reglas de caballería”.

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LOS DESIGNIOS DEL SEÑOR PREVALECEN 

“El corazón humano genera muchos proyectos, pero al final prevalecen los designios del Señor” (Prov 19,21).

Sabio es aquel que no sigue simplemente las inclinaciones de su propio corazón, sino que examina si éstas van de acuerdo a los designios del Señor. En efecto, sus designios prevalecen. No pocas veces, nuestras abundantes fantasías, sueños y deseos no sirven más que para confundirnos. Nos hacen vivir en una ilusión e incluso pueden hacernos prisioneros de ciertas expectativas, que al fin y al cabo terminan no cumpliéndose. Entonces dejan en el alma un vacío y decepción.

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La lucha contra el demonio (Parte I)

En las meditaciones de los últimos días, habíamos hablado primero sobre aquel enemigo que habita en nosotros mismos –es decir, nuestra carne–, que, a causa de nuestra naturaleza caída con sus malas inclinaciones, quiere apartarnos del camino del Señor, o, al menos, dificultárnoslo. Después tematizamos también el segundo enemigo de nuestra alma –el mundo–, que igualmente quiere alejarnos del camino espiritual con sus seducciones y atracciones. Ahora nos corresponde considerar un enemigo más.

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“SÉ FIEL HASTA LA MUERTE”

“Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida” (Ap 2,10).

En el Libro del Apocalipsis, el Padre nos transmite estas palabras por boca del Señor glorificado. Dios quiere darnos la “corona de la vida”, que es una corona de victoria. El Señor quiere adornarnos con su gloria y hacernos partícipes de su triunfo sobre la muerte y el infierno. Para ello, hemos de ser fieles hasta la muerte.

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La lucha contra el mundo

Otro enemigo que puede alejarnos enormemente del camino del Señor es el mundo. Si el mundo no está impregnado por el espíritu cristiano; es decir, si no ha sido transformado y fermentado por la “levadura del evangelio” (Mt 13,33), entonces su dirección es hostil a Dios y, en consecuencia, será una amenaza para nuestra vida espiritual. Lo difícil en relación a este enemigo es que se percibe muy poco su constante influencia. En cambio, los ataques del diablo o las tentaciones que proceden de nuestra carne podemos identificarlos con más claridad.

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LA GRAN DEBILIDAD DE DIOS

“El hombre es mi gran debilidad. Por eso tú debes ir en su busca con el mismo amor con que yo lo busco” (Palabra interior).

Tratemos de comprender estas palabras… El amor de nuestro Padre por nosotros nos resulta casi incomprensible. Un obispo de Italia, Mons. Salvatore Bocciacco (1938-2008), hizo suya la siguiente oración:

“Dios es mi papá. Me ama hasta la locura. Hace cosas maravillosas por mí. Confío en Él y me entrego completamente a Él. Por eso, quiero creer que cualquier cosa que ocurra, ya sea que me parezca hermosa o terrible, es una exquisita y tierna expresión de su amor por mí, y entonces digo: ‘¡Gracias papá!’”

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La lucha contra la carne

En el marco de esta serie sobre la vida espiritual, es necesario hablar también sobre los “3 enemigos del alma”, que se interponen en nuestro camino de seguimiento de Cristo y contra los cuales hemos de luchar conscientemente.

Al inicio de esta serie habíamos hablado sobre las virtudes, haciendo énfasis en la importancia de adquirirlas.En efecto, ellas constituyen un poderoso antídoto contra todos los ataques enemigos, pero especialmente contra las inclinaciones de nuestra carne y la tendencia a entregarnos desordenadamente a sus pasiones.

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La confianza en Dios (Parte II)

Como fieles, estamos llamados a edificar nuestra vida sobre Dios, y no sobre el frágil fundamento de nuestra naturaleza humana. Nuestra seguridad, aquella que podrá resistir en todas las tormentas de la vida, está cimentada en su amor, en su Palabra, en su deseo de salvarnos. A través de la confianza y de la fe, colocamos nuestra seguridad en Dios y así vivimos sobre un fundamento sólido.

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