ENTREGA INCONDICIONAL A DIOS

«Preferiría morir antes que retractarme de lo que Dios me ha encomendado hacer» (Santa Juana de Arco).

Solo quien está profundamente unido al Señor y vive en la verdad puede atreverse a decir tales palabras. Juana de Arco las pronuncia sabiendo bien que su vida corre peligro. Se ha entregado totalmente a la guía de Dios y solo de Él tiene su seguridad. La joven Juana tuvo que defenderse de la acusación de brujería en un proceso eclesiástico injusto, convocado por un obispo que colaboraba con sus enemigos. Se enfrentaba a un gran número de eruditos, la mayoría de los cuales estaban dispuestos a condenarla.

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HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 6,1-7): “La elección de los siete diáconos y la persecución de Esteban”      

En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, se levantó una queja de los helenistas contra los hebreos, porque sus viudas estaban desatendidas en la asistencia diaria. Los doce convocaron a la multitud de los discípulos y les dijeron: “No es conveniente que nosotros abandonemos la palabra de Dios para servir las mesas. Escoged, hermanos, de entre vosotros a siete hombres de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, a los que designemos para este servicio. Mientras, nosotros nos dedicaremos asiduamente a la oración y al ministerio de la palabra”. La propuesta agradó a toda la asamblea y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía.

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CON SU FUERZA ME ATREVERÉ UNA Y OTRA VEZ

«Es mejor estar a solas con Dios. Su amistad no me defraudará, ni su consejo, ni su amor. Con su fuerza me atreveré y me seguiré atreviendo una y otra vez, hasta que muera» (Santa Juana de Arco).

Estas palabras fueron pronunciadas por Santa Juana de Arco, a quien el Señor encomendó la gran misión de llevar a la coronación al rey legítimo de Francia y expulsar a las tropas de ocupación inglesas de su patria. Todo lo hizo con la mirada puesta en el Padre, y solo Dios fue su consuelo en la etapa más difícil de su vida, cuando, siendo aún muy joven, fue apresada por sus enemigos, que posteriormente se encargaron de que fuera condenada a la hoguera.

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HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 5,34-42): “El consejo de Gamaliel”      

Un fariseo llamado Gamaliel, maestro de la Ley y estimado por todo el pueblo, se levantó en el Sanedrín y mandó hacer salir un momento a aquellos hombres. Y les dijo: “Israelitas, tened cuidado de lo que vais a hacer con estos hombres. Porque hace poco se levantó Teudas, que decía ser alguien, y se le unieron unos cuatrocientos hombres; lo mataron y todos sus seguidores se disgregaron y quedaron en nada. Después de él se levantó Judas el Galileo en los días del empadronamiento, y arrastró al pueblo tras de sí; murió también y todos sus seguidores se dispersaron. Así pues, os digo ahora: desentendeos de estos hombres y dejadlos, porque si este designio o esta obra procede de hombres se disolverá; pero si procede de Dios no podréis acabar con ellos; no sea que os vayáis a encontrar combatiendo contra Dios”.

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HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 5,21b-33): “Los apóstoles ante el Sanedrín”      

En cuanto llegaron el sumo sacerdote y los que le acompañaban, convocaron el Sanedrín y todo el consejo de ancianos de los hijos de Israel y enviaron a buscar [a los apóstoles] a la cárcel. Pero al llegar los alguaciles no los encontraron en la prisión, y regresaron y comunicaron la noticia: “Hemos encontrado la cárcel cerrada, bien custodiada, y a los centinelas firmes ante las puertas; pero al abrir no hemos encontrado a nadie dentro”. Cuando oyeron estas palabras el oficial del Templo y los príncipes de los sacerdotes, se quedaron perplejos por lo que habría sido de ellos. Llegó uno y les anunció: “Los hombres que metisteis en la cárcel están en el Templo y siguen enseñando al pueblo”. Entonces fue el oficial con los alguaciles y los trajo, no por la fuerza, porque tenían miedo de que el pueblo les apedrease. 

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TU PADRE VE EN LO SECRETO

«Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mt 6,6).

El Señor pronuncia estas palabras en relación con su recomendación de orar y dar limosna en lo secreto.

Nuestro Padre se complace en que hagamos el bien en lo escondido, sin buscar llamar la atención de los demás. Ciertamente, existen obras que deben realizarse públicamente para que Dios sea alabado y reconocido en ellas (cf. Mt 5,16). Pero el Señor no se refiere a éstas, sino a aquellas que alcanzan su mayor fecundidad cuando se realizan en lo escondido para Dios. leer más

HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 5,12-21a): “Milagros y prodigios por mano de los apóstoles”      

Por mano de los apóstoles se obraban muchos milagros y prodigios entre el pueblo. Se reunían todos con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón; pero ninguno de los demás se atrevía a unirse a ellos, aunque el pueblo los alababa. Se adherían cada vez más creyentes en el Señor, multitud de hombres y de mujeres, hasta el punto de que sacaban los enfermos a las plazas y los ponían en lechos y camillas para que, al pasar Pedro, al menos su sombra alcanzase a alguno de ellos. Acudía también mucha gente de las ciudades vecinas a Jerusalén, traían enfermos y poseídos por espíritus impuros, y todos ellos eran curados. El sumo sacerdote y todos los que le acompañaban, que eran de la secta de los saduceos, se levantaron llenos de envidia. 

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EL AMOR NOS APREMIA

«Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hch 4,20).

Esta es la respuesta de los apóstoles cuando las autoridades religiosas de la época pretendían prohibirles que siguieran anunciando al Señor Resucitado. Pero, ¿cómo podían callar?

¿Cómo podríamos nosotros callar si hemos sido tocados por el amor del Señor y por la verdad? Es el Espíritu Santo mismo quien nos apremia, pues el amor de nuestro Padre quiere llegar a todos los hombres. Nuestro Padre quiere calmar su sed, saciar su hambre y despertar su amor. ¿Y nosotros? Podemos convertirnos en instrumentos de su bondad, apóstoles de su amor paternal. De este modo, nosotros, que hemos sido destinatarios de su amor, nos convertimos en dadores del mismo, pues también de nosotros han de manar ríos de agua viva (Jn 7,38).

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EL TRÁNSITO HACIA NUESTRO PADRE

«Para el justo no hay muerte, sino tránsito» (San Atanasio).

¡Qué hermoso sería si día a día comprendiéramos mejor esta realidad! En efecto, es así: si hemos centrado nuestra vida en nuestro Padre Celestial y le servimos con sinceridad, la muerte será el retorno a la casa de nuestro Padre, que nos espera. Y cada día que transcurre en nuestra vida terrenal nos acerca más a la eternidad.

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HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 4,32-37): “Comunidad de bienes de la Iglesia primitiva”      

La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma, y nadie consideraba como suyo lo que poseía, sino que compartían todas las cosas. Con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús; y en todos ellos había abundancia de gracia. No había entre ellos ningún necesitado, porque los que eran dueños de campos o casas los vendían, llevaban el precio de la venta y lo ponían a los pies de los apóstoles; luego se repartía a cada uno según sus necesidades. Así, José, a quien los apóstoles dieron el sobrenombre de Bernabé -que significa ‘Hijo de la consolación’-, levita y chipriota de nacimiento, tenía un campo, lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles.

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