
Mt 8,23-27
En aquel tiempo, subió Jesús a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba cubierta por las olas. Jesús estaba dormido.

Mt 8,23-27
En aquel tiempo, subió Jesús a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba cubierta por las olas. Jesús estaba dormido.
“Soportad el sufrimiento con dignidad y serenidad. Así se convertirá en un gran tesoro que servirá para salvar a la humanidad.” (Palabra interior).
Nuestro Padre es capaz de hacer fecundas todas las circunstancias, haciéndonos partícipes y cooperadores de su gran obra de amor. Ciertamente el sufrimiento no era parte del plan originario de Dios para con el hombre. ¿Por qué nuestro Padre iba a crearnos para luego hacernos sufrir? Sabemos que el sufrimiento vino al mundo como consecuencia del pecado del hombre. Pero ahora se nos convierte en una buena ocasión para demostrarle al Padre nuestro amor.

Jn 20,24-29
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “Hemos visto al Señor.” Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de sus clavos y mi mano en su costado, no creeré.” Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos.
“La luz ahuyenta toda oscuridad, hasta el punto de que te duela aun el más mínimo falso pensamiento” (Palabra interior).
La luz es incompatible con las tinieblas y las ahuyenta. Cuando nuestro Padre pone su morada en nuestro corazón, tiene que ceder todo aquello que no debe estar ahí. Jesús nos hace notar que todos los malos pensamientos salen del corazón del hombre (Mt 15,19). Cuando los rayos de la luz de Dios penetran en nuestro corazón, quieren disipar los malos pensamientos. Sin embargo, esto no sucede de un momento al otro, porque a veces éstos ya han echado raíces en nosotros. Con la gracia de Dios y con nuestra voluntad empezamos a renunciar a ellos, pero hace falta un proceso hasta que realmente adquiramos una gran distancia interior.

Mt 10,37-42
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no tome su cruz y me siga, no es digno de mí.
“Tú eres mi amigo y confidente. Ten ánimo y sigue día a día tu camino” (Palabra interior).
Dios quiere introducirnos en una relación de tal cercanía. Nuestro Padre mismo busca nuestra amistad, para que nos unamos a Él en la gran obra que quiere llevar a cabo en la tierra para los hombres y con los hombres.
Mt 8,5-17
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: “Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos.” Dícele Jesús: “Yo iré a curarle.” Replicó el centurión: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano.
“Haz la Voluntad del Padre Celestial de buena gana, entera e inmediatamente” (Palabra interior).
¡Qué sencillez tan grandiosa adopta nuestra vida cuando empezamos a hacer realidad estas palabras! ¡Qué alegría para el Padre Celestial cuando un alma busca servirle de este modo! ¡Cuántas complicaciones innecesarias, que a menudo hacen que la vida se vuelva lenta y pesada, desaparecerán! ¡Con qué facilidad nuestro Padre puede guiar a un alma así, comunicándole su Voluntad!
Mt 8,1-4
Cuando Jesús bajó del monte, fue siguiéndole una gran muchedumbre. En esto, un leproso se le acercó, se postró ante él y le dijo: “Señor, si quieres puedes limpiarme.” Él extendió la mano, lo tocó y dijo: “Quiero, queda limpio.” Y al instante quedó limpio de su lepra. Jesús le dijo: “Mira, no se lo digas a nadie. Pero vete, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio.”
“El que se une al Señor se hace un solo espíritu con él” (1 Cor 6,17).
¡Qué invitación tan maravillosa a llegar a ser un solo espíritu con nuestro Padre: pensar como Él, actuar como Él, dejarnos formar enteramente por Él y asemejarnos a Él! ¿Misión imposible? ¡No!