1Sam 1,9-20
En aquellos días, después de haber comido y bebido en Siló, Ana se levantó. El sacerdote Elí estaba sentado en su silla, contra la jamba de la puerta del santuario de Yahvé. Estaba ella llena de amargura y oró a Yahvé llorando sin consuelo e hizo este voto: “¡Oh Yahvé Sebaot! Si te dignas mirar la aflicción de tu sierva y te acuerdas de mí, si no te olvidas de tu sierva y le das un hijo varón, yo lo entregaré a Yahvé por todos los días de su vida y la navaja no tocará su cabeza.” Mientras ella prolongaba su oración ante Yahvé, Elí observaba sus labios. Ana oraba para sus adentros; sus labios se movían, pero no se oía su voz.
