La expulsión de los espíritus inmundos

Mt 10,1-7

En aquel tiempo, Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio poder para expulsar a los espíritus inmundos y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el que le entregó. Jesús envió a estos doce, después de darles las siguientes instrucciones: “No toméis las rutas de los paganos ni entréis en poblados de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id y proclamad que el Reino de Dios está cerca.” leer más

“¡QUÉ BUENO QUE DIOS SEA DIOS!”

 

«Me regocijo en el hecho de que Dios sea Dios» (San Charles de Foucauld).

De todo corazón podemos hacer nuestras las palabras de san Charles de Foucauld: «¡Qué bueno que Dios sea Dios!». Esta constatación puede brotar de lo más profundo de nuestro corazón como una constante alabanza. Ya en el Antiguo Testamento, el rey David exclama: «Caigamos en manos del Señor, que es grande su misericordia. Prefiero no caer en manos de los hombres» (1Cro 21,13).

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Obreros para la mies

Mt 9,32-38

En aquel tiempo, presentaron e Jesús un mudo endemoniado. Y, tras expulsar al demonio, rompió a hablar el mudo. La gente, admirada, decía: “Jamás se vio cosa igual en Israel.” Pero los fariseos comentaban: “Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios.” Jesús recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y dolencia. Al ver tanta gente, sintió compasión de ellos, porque estaban vejados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.”

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El crecimiento en la fe        

Mt 9,18-26

En aquel tiempo, mientras Jesús estaba hablando con los discípulos de Juan, se acercó un magistrado y se postró ante él diciendo: “Mi hija acaba de morir; pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá.” Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos. En esto, una mujer que padecía hemorragias desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto, pues decía para sí: “Con sólo tocar su manto, me salvaré.” Jesús se acercó y le dijo: ¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado.” Y desde aquel momento quedó sana la mujer.

Al llegar a casa del magistrado y ver a los flautistas y a la gente alborotando, dijo: “¡Retiraos! La muchacha no ha muerto; está dormida.” Los presentes se burlaban de él. Pero, una vez echada fuera la gente, entró él y la tomó de la mano, y la muchacha se levantó. Esta noticia se divulgó por toda aquella comarca. leer más

“NUESTRO PADRE LO ES TODO”

«Dios dice: ‘Yo soy Padre, esposo, familia, alimento, vestido, raíz, cimiento… ¡Todo lo que quieras, soy para ti! También seré tu servidor, pues no he venido para ser servido, sino para servir. También soy tu amigo, miembro, cabeza, hermano, hermana y madre; lo soy todo. ¡Sólo tienes que confiar en mí!» (San Juan Crisóstomo).

En nuestro Padre encontramos todas las expresiones posibles del verdadero amor, de modo que Él lo es todo y puede convertirse en nuestro todo. Santa Teresa de Ávila lo expresa en pocas palabras: «Solo Dios basta».

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Elogio a la Santa Cruz

Gal 6,14-18

Hermanos: Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo! Porque lo que cuenta no es la circuncisión ni la incircuncisión, sino ser una nueva criatura. Y para todos los que se someten a esta regla, paz y misericordia lo mismo que para el Israel de Dios. Que nadie me cause molestias de ahora en adelante, pues llevo sobre mi cuerpo las señales de Jesús. Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén.

San Pablo nos habla hoy de la Cruz del Señor y afirma que no quiere gloriarse si no es en Ella. También habla de la “nueva Creación” que es engendrada en la Cruz…

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“DIOS NOS ATRAE HACIA SU CORAZÓN”  

«Con amor eterno nos ha amado Dios. Por eso, al ser elevado sobre la tierra, nos ha atraído hacia su corazón, compadeciéndose de nosotros» (Antífona de Laudes de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús).

No nos resulta tan fácil imaginarnos un amor eterno porque, como seres humanos, somos tan limitados. Sin embargo, existen momentos en la vida que desearíamos que nunca terminaran. Así puede sucederles a los enamorados o nos puede ocurrir cuando Dios nos toca profundamente en la oración y el transcurso del tiempo pasa a segundo plano. Entonces el alma dice: «Quiero quedarme aquí para siempre. Ya no busco nada más».

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El valor objetivo de una bendición

Gen 27,1-5.15-29

Isaac había envejecido y ya no veía bien por tener debilitados sus ojos. Un día llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: “¡Hijo mío!” Él respondió: “¿Qué deseas?” “Mira -dijo-, me he hecho viejo e ignoro el día de mi muerte. Así que toma tus saetas, tu aljaba y tu arco; sal al campo y me cazas alguna pieza. Luego me haces un guiso suculento, como a mí me gusta, y me lo traes para que lo coma, a fin de bendecirte antes de morir.” Pero Rebeca estaba escuchando la conversación de Isaac con su hijo Esaú. Esaú salió al campo a cazar alguna pieza para su padre. Rebeca tomó ropas de Esaú, su hijo mayor, las más preciosas que tenía en su casa, y vistió con ellas a Jacob, su hijo pequeño. Luego, con las pieles de los cabritos le cubrió las manos y la parte lampiña del cuello.

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