CARTA A LOS ROMANOS (Rom 12,1-8): “Instrucciones para la comunidad”    

Rom 12,1-8

Os exhorto, por tanto, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como ofrenda viva, santa, agradable a Dios: éste es vuestro culto espiritual. Y no os amoldéis a este mundo, sino, por el contrario, transformaos con una renovación de la mente, para que podáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, agradable y perfecto. Porque, en virtud de la gracia que me fue dada, os digo a cada uno de vosotros que no os estiméis en más de lo que conviene, sino que debéis teneros una sobria estima, según la medida de la fe que Dios ha otorgado a cada uno. Porque así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, que somos muchos, formamos en Cristo un solo cuerpo, siendo todos miembros los unos de los otros. Tenemos dones diferentes conforme a la gracia que se nos ha dado: si se trata de profecía, que sea de acuerdo con la fe, y si se trata del ministerio, que sea sirviendo. Y si uno tiene que enseñar, que enseñe, y si tiene que exhortar, que exhorte.

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“MEJOR UN PECADOR HUMILDE QUE UN SOBERBIO FARISEO”

«Prefiero un pecador humilde que un orgulloso fariseo, porque con el primero puedo recorrer mis caminos. Por eso permito las humillaciones y por momentos retiro mi gracia tangible» (Palabra interior).

Ciertamente, para nuestro Padre es difícil guiar a una persona soberbia que siempre cree tener la razón y está poco o nada dispuesta a dejarse instruir. ¿Qué caminos le quedan entonces a nuestro amado Padre? De ningún modo pretendemos dar consejos a nuestro Señor, fuente de toda sabiduría, «pues ¿quién conoció los designios del Señor?, o ¿quién llegó a ser su consejero?» (Rom 11,34).

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