“Es preferible que surja el escándalo a que se abandone la verdad” (San Bernardo de Claraval). leer más
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Evangelio de San Juan (Jn 12,25-33): “Ha llegado la hora”
“El que ama su vida la perderá, y el que aborrece su vida en este mundo, la guardará para la vida eterna. Si alguien me sirve, que me siga, y donde yo estoy allí estará también mi servidor. Si alguien me sirve, el Padre le honrará. Ahora mi alma está turbada; y ¿qué voy a decir?: ‘¿Padre, líbrame de esta hora?’ ¡Pero si para esto he venido a esta hora! ¡Padre, glorifica tu nombre!” Entonces vino una voz del cielo: “Lo he glorificado y de nuevo lo glorificaré”. La multitud que estaba presente y la oyó decía que había sido un trueno. Otros decían: “Le ha hablado un ángel”. Jesús respondió: “Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora es el juicio de este mundo, ahora el príncipe de este mundo va a ser arrojado fuera. Y yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí”. Decía esto señalando de qué muerte iba a morir.
DIOS ES NUESTRA VERDADERA RECOMPENSA
“Quien ame a Dios no buscará otra recompensa para su amor que no sea el mismo Dios. Si espera otra cosa, no ama a Dios, sino aquello que espera conseguir” (San Bernardo de Claraval). leer más
Evangelio de San Juan (Jn 12,12-24): “Hosanna al Hijo de David”
Al día siguiente las muchedumbres que iban a la fiesta, oyendo que Jesús se acercaba a Jerusalén, tomaron ramos de palmas, salieron a su encuentro y se pusieron a gritar: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel!” Jesús encontró un borriquillo y se montó sobre él, conforme a lo que está escrito: “No temas, hija de Sión. Mira a tu rey que llega montado en un borrico de asna”. Al principio sus discípulos no comprendieron esto, pero cuando Jesús fue glorificado, entonces recordaron que estas cosas estaban escritas acerca de él, y que fueron precisamente éstas las que le hicieron. La gente que estaba con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro y le resucitó de entre los muertos, daba testimonio. Por eso las muchedumbres le salieron al encuentro, porque oyeron que Jesús había hecho este signo. Entonces los fariseos se dijeron unos a otros: “Ya veis que no adelantáis nada; mirad cómo todo el mundo se ha ido tras él.” leer más
UNA PEQUEÑA ORACIÓN
“Padre y amigo de confianza, ¡te amo!” leer más
Evangelio de San Juan (Jn 12,1-11): “La resolución de matar también a Lázaro”
Jesús, seis días antes de la Pascua, marchó a Betania, donde estaba Lázaro, al que Jesús había resucitado de entre los muertos. Allí le prepararon una cena. Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa con él. María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se llenó de la fragancia del perfume.
Evangelio de San Juan (Jn 11,47-57): “El Sanedrín decide la muerte de Jesús”
Entonces los príncipes de los sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín: “¿Qué hacemos, puesto que este hombre realiza muchos signos? -decían-. Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar y nuestra nación”. Uno de ellos, Caifás, que aquel año era sumo sacerdote, les dijo: “Vosotros no sabéis nada, ni os dais cuenta de que os conviene que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca toda la nación” -pero esto no lo dijo por sí mismo, sino que, siendo sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos. Así, desde aquel día decidieron darle muerte. Entonces Jesús ya no andaba en público entre los judíos, sino que se marchó de allí a una región cercana al desierto, a la ciudad llamada Efraín, donde se quedó con sus discípulos. Pronto iba a ser la Pascua de los judíos, y muchos subieron de aquella región a Jerusalén antes de la Pascua para purificarse.
EL OÍDO DE DIOS EN NUESTRO CORAZÓN
“Dios tiene su oído puesto en tu corazón” (San Agustín). leer más
EL AMOR PERFECTO
“Yo soy el buen pastor, conozco las mías y las mías me conocen. Como el Padre me conoce a mí, así yo conozco al Padre, y doy mi vida por las ovejas” (Jn 10,14-15). leer más
Evangelio de San Juan (Jn 11,28-46 ): “La resurrección de Lázaro”
En cuanto dijo esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en un aparte: “El Maestro está aquí y te llama”. Ella, en cuanto lo oyó, se levantó enseguida y fue hacia él. Todavía no había llegado Jesús a la aldea, sino que se encontraba aún donde Marta le había salido al encuentro. Los judíos que estaban con ella en la casa y la consolaban, al ver que María se levantaba de repente y se marchaba, la siguieron pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Entonces María llegó donde se encontraba Jesús y, al verle, se postró a sus pies y le dijo: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Jesús, cuando la vio llorando y que los judíos que la acompañaban también lloraban, se estremeció por dentro, se conmovió y dijo: “¿Dónde le habéis puesto?” Le contestaron: “Señor, ven a verlo”. Jesús rompió a llorar. Decían entonces los judíos: “Mirad cuánto le amaba”. Pero algunos de ellos dijeron: “Éste, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho que no muriera?” Jesús, conmoviéndose de nuevo, fue al sepulcro.