“En cuanto tengamos el verdadero deseo de amar, ya habremos empezado a amar” (San Francisco de Sales).
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Evangelio de San Juan (2,13-25): La purificación del Templo
Jn 2,13-22
Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Entonces hizo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes, desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los vendedores de palomas: “Quitad esto de aquí. No convirtáis la casa de mi Padre en un mercado.” Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: “El celo por tu casa me devorará.”
Evangelio de San Juan (2,1-12): El primer signo de Jesús en Caná
Jn 2,1-12
Al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. También fueron invitados a la boda Jesús y sus discípulos. Y, como faltó vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Jesús le respondió: “¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora”. Dijo su madre a los sirvientes: “Haced lo que él os diga”. Había allí seis tinajas de piedra preparadas para las purificaciones de los judíos, cada una con capacidad de unas dos o tres metretas. Jesús les dijo: “Llenad de agua las tinajas”. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: “Sacadlas ahora y llevadlas al maestresala”. Así lo hicieron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde provenía –aunque los sirvientes que sacaron el agua lo sabían– llamó al esposo y le dijo: “Todos sirven primero el mejor vino, y cuando ya han bebido bien, el peor; tú, al contrario, has reservado el vino bueno hasta ahora”.
ENFOCADOS EN EL AMOR DE DIOS
“Vuestra medida no son las sombras; sino el fuego de mi amor” (Palabra interior).
Evangelio de San Juan (1,44-51): «Ven y verás»
Jn 1,44-51
Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encontró a Natanael y le dijo: “Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los Profetas: Jesús de Nazaret, el hijo de José”. Entonces le dijo Natanael: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” “Ven y verás” -le respondió Felipe. Vio Jesús a Natanael acercarse y dijo de él: “Aquí tenéis a un verdadero israelita en quien no hay engaño”. Le contestó Natanael: “¿De qué me conoces?” Respondió Jesús y le dijo: “Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi”. Respondió Natanael: “Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”.
CONSEJOS PARA EL SEGUIMIENTO DE CRISTO
“Sé vigilante, pero sin miedo; sé valiente, pero sin ligereza; sé recogido, pero a la vez activo” (Palabra interior).
APROVECHAR LAS OCASIONES
“Las grandes ocasiones de servir a Dios son poco frecuentes; las pequeñas, en cambio, se nos presentan constantemente” (San Francisco de Sales).
Evangelio de San Juan (1,35-42): La vocación de los primeros discípulos
Jn 1,35-42
Al día siguiente estaban allí de nuevo Juan y dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dijo: “Éste es el Cordero de Dios”. Los dos discípulos, al oírle hablar así, siguieron a Jesús. Se volvió Jesús y, viendo que le seguían, les preguntó: “¿Qué buscáis?” Ellos le dijeron: “Rabbí –que significa: ‘Maestro’–, ¿dónde vives?” Les respondió: “Venid y veréis”. Fueron y vieron dónde vivía, y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Encontró primero a su hermano Simón y le dijo: “Hemos encontrado al Mesías -que significa: ‘Cristo’.” Y lo llevó a Jesús. Jesús le miró y le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas -que significa: ‘Piedra’”. leer más
UN SIGNO PERFECTO DEL AMOR DEL PADRE
Evangelio de San Juan (1,19-34): El testimonio del Bautista
Jn 1,19-34
Éste es el testimonio de Juan, cuando desde Jerusalén los judíos le enviaron sacerdotes y levitas para que le preguntaran: “¿Tú quién eres?”. Entonces él confesó la verdad y no la negó, y declaró: “Yo no soy el Cristo”. Y le preguntaron: “¿Quién, pues? ¿Eres tú Elías?” Y dijo: “No lo soy”. “¿Eres tú el Profeta?” “No” -respondió.
Por último le dijeron: “¿Quién eres, para que demos una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?” Contestó: “Yo soy la voz del que clama en el desierto: ‘Haced recto el camino del Señor’, como dijo el profeta Isaías”.