“Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir, fijaré en ti mis ojos” (Sal 31,8).
“Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir, fijaré en ti mis ojos” (Sal 31,8).
En esto llegaron sus discípulos y se sorprendieron de que hablara con una mujer. Pero nadie le preguntó qué quería o qué hablaba con ella. La mujer, dejando su cántaro, corrió al pueblo y dijo a la gente: “Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Cristo?” Salieron del pueblo y se encaminaron hacia él.
Entretanto, los discípulos le insistían: “Rabbí, come.” Pero él replicó: “Yo tengo para comer un alimento que vosotros no sabéis.” Los discípulos se decían entre sí: “¿Le habrá traído alguien de comer?” Jesús les dijo: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra. ¿No decís vosotros: ‘Cuatro meses más y llega la siega’? Pues bien, yo os digo: Alzad vuestros ojos y ved los campos, que amarillean ya para la siega.