“¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” (Sal 115,12).
Si interiorizáramos estas palabras del salmo e intentáramos responder a la pregunta que aquí se plantea, nos quedaría claro que es imposible retribuirle a nuestro Padre –ni siquiera remotamente– todo su inconmensurable amor y cuidado hacia nosotros. ¡Siempre somos nosotros los agasajados y bendecidos por Él! Aunque amásemos a Dios con todo nuestro corazón, su amor seguiría siendo más grande.