DIOS RENUEVA SU AMOR 

“Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16).

Se acerca cada vez más la Fiesta del Nacimiento de Nuestro Señor. Él es el regalo insuperable que nuestro Padre Celestial concede a este mundo, al que le resulta tan difícil reconocer el amor de Dios que se le revela: “Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron” (Jn 1,5).

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EL ESPÍRITU SIEMPRE NOS LLAMA Y NOS ATRAE 

“El Espíritu y la esposa dicen: ‘¡Ven!’ Y el que oiga, que diga: ‘¡Ven!’ Y el que tenga sed, que venga; el que quiera que tome gratis el agua de la vida (…). Amén. ¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22,17.20b).

El Espíritu del Señor siempre nos llama y nos invita a seguirle y a acoger todo aquello que nuestro Padre Celestial nos tiene preparado. Podemos recibir gratuitamente la abundancia de gracias que el Señor nos ofrece.

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NUESTRO FUTURO CELESTIAL 

“Oí una fuerte voz que decía desde el trono: ‘Ésta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos. Ellos serán su pueblo y él, Dios-con-ellos, será su Dios. Entonces el que está sentado en el trono dijo: ‘Mira, hago nuevas todas las cosas’” (Ap 21,3.5).

¿Cuál es el futuro que nos aguarda si permanecemos fieles a nuestro Padre? Los últimos capítulos del Apocalipsis nos dan la respuesta: lo que nos espera es la comunión eterna con Dios, la morada del Señor en medio de su pueblo.

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EL JUICIO FINAL 

“Vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono. Fueron abiertos unos libros, y luego se abrió otro libro, que es el de la vida. Y los muertos fueron juzgados según lo escrito en los libros, conforme a sus obras” (Ap 20,12).

Todas nuestras obras quedan grabadas en la memoria de nuestro Padre Celestial y cada persona será juzgada según el amor y la justicia. Nuestro Padre conoce aun lo más recóndito, lo escondido en el fondo de nuestro corazón.

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