“[Un ángel] gritó con voz potente: ‘¡Cayó, cayó la gran Babilonia!’ (…) Alégrate, cielo, por su desastre; y también vosotros, santos, apóstoles y profetas, porque, al condenarla a ella, Dios ha juzgado vuestra causa.” (Ap 18,2.20).
Consideremos a Babilonia como símbolo de los poderíos hostiles a Dios, con los que “fornicaron” los reyes de la tierra y de cuya caída se lamentan las naciones, porque “en una sola hora ha sido arrasada” (v. 19).