“Ya no pasarán hambre, ni tendrán sed, no les agobiará el sol, ni calor alguno, pues el Cordero, que está en medio del trono, será su pastor, que los conducirá a las fuentes de las aguas de la vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos” (Ap 7,16-17).
Todas las penurias terrenales han llegado a su fin para aquellos que dieron testimonio de nuestro Padre y del Cordero, permaneciéndoles fieles hasta la muerte. Ellos recibirán el gran consuelo del Espíritu Santo y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos.