Animar y corregir

Rom 15,14-21

Hermanos míos, estoy convencido de que también vosotros estáis llenos de buenas disposiciones, henchidos de todo conocimiento y capacitados también para amonestaros unos a otros. Sin embargo, en algunos pasajes de esta carta os he escrito con cierto atrevimiento, para reavivar vuestra memoria. Pero lo he hecho en virtud de la misión que Dios me ha confiado: ser para los gentiles ministro de Cristo Jesús, ejerciendo el sagrado oficio del Evangelio de Dios, para hacer de los gentiles una ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo. Tengo motivos, pues, para sentirme orgulloso ante Dios en nombre de Cristo Jesús. Pues no me atreveré a hablar de cosa alguna que Cristo no haya realizado por medio de mí para conseguir que los gentiles reconozcan a Dios.

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Hoy ha llegado la salvación a esta casa

Lc 19,1-10

En aquel tiempo, entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos y rico. Intentaba ver a Jesús para conocerle, pero no podía a causa de la muchedumbre, porque era pequeño de estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, porque iba a pasar por allí. Cuando Jesús llegó al lugar, levantando la vista, le dijo: “Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me quede en tu casa.”

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Sólo el Señor

Lc 14,25-33

Caminaba Jesús acompañado de mucha gente. Entonces se volvió y les dijo: “Si alguno viene donde mí y no desprecia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. El que no cargue con su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío.

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Emplear los dones de Dios en la verdad y en el amor

Rom 12,5-16a

Nosotros, aunque somos muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo: los unos somos miembros para los otros. Pero tenemos dones diferentes, según la gracia que Dios nos ha concedido: si es el don de profecía, ejerciéndolo en la medida de nuestra fe; si es el ministerio, sirviendo en el ministerio; si es la enseñanza, enseñando; si es la exhortación, exhortando. El que da, que dé con sencillez; el que preside, que sea solícito; el que ejerce la misericordia, que lo haga con jovialidad.

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“YO NO TE OLVIDARÉ” 

¡Cuánto admiramos el amor de una madre, que permanece al lado de su hijo aun en las más difíciles circunstancias! Para no pocas personas, este amor maternal es quizá lo único en que pueden apoyarse en medio de las olas de la confusión y distorsión de la vida.

A través del Profeta Isaías, el Señor mismo nos pone como ejemplo este amor:

“¿Es que puede una mujer olvidarse de su niño de pecho, no compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ellas se olvidaran, Yo no te olvidaré.” (Is 49,15)

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La sabiduría de Dios

Rom 11,29-36

Los dones y la vocación de Dios son irrevocables. En efecto, así como vosotros fuisteis en otro tiempo rebeldes a Dios, pero ahora habéis conseguido misericordia a causa de su rebeldía, así también ellos se han rebelado ahora con ocasión de la misericordia que Dios tiene con vosotros, a fin de que también ellos consigan ahora misericordia.

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EL TESORO DE DIOS EN LA TIERRA 

El Señor nos dice: “Atesorad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre corroen, y donde los ladrones no socavan ni roban” (Mt 6,20). ¡Sabemos lo que nos quiere decir! En efecto, todo lo que hacemos movidos por el verdadero amor se convierte en el oro más precioso en la tesorería celestial.

Pero también nuestro Padre tiene un tesoro: son los corazones de los hombres que le pertenecen.

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