“En tu constante bondad siempre has buscado al hombre. En el Paraíso exclamaste: ‘Adán, ¿dónde estás?’” (Himno de Alabanza a la Santísima Trinidad).
Esta fue la respuesta de nuestro Padre a la dolorosa caída del hombre, cuya consecuencia fue que, a partir de entonces, el pecado proliferara y, en adelante, todas las generaciones venideras tuvieran que vivir bajo la sombra del pecado original, a excepción de la Virgen María, a quien Tú preservaste de la mancha del pecado para que fuese el puente a través del cual viniese al mundo el Redentor.