SIEMPRE HAS BUSCADO AL HOMBRE

“En tu constante bondad siempre has buscado al hombre. En el Paraíso exclamaste: ‘Adán, ¿dónde estás?’” (Himno de Alabanza a la Santísima Trinidad).

Esta fue la respuesta de nuestro Padre a la dolorosa caída del hombre, cuya consecuencia fue que, a partir de entonces, el pecado proliferara y, en adelante, todas las generaciones venideras tuvieran que vivir bajo la sombra del pecado original, a excepción de la Virgen María, a quien Tú preservaste de la mancha del pecado para que fuese el puente a través del cual viniese al mundo el Redentor.

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Escuchar atentamente la voz del Señor

Lc 8,16-18

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Nadie enciende una lámpara y la tapa con una vasija, o la pone debajo de un lecho, sino que la coloca en un candelero, para que los que entren vean la luz. Pues nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada secreto que no acabe siendo conocido y descubierto. Mirad, pues, cómo oís; porque al que tenga se le dará, pero al que no tenga se le quitará hasta lo que cree tener.”

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LA PÉRDIDA DEL PARAÍSO

“Mas el hombre no permaneció en su esplendor. Tentado por el Maligno, desobedeció a tu mandato y fue desterrado del Paraíso” (Himno de Alabanza a la Santísima Trinidad).

Nuestro Padre se lo había puesto fácil al hombre… De entre todas las cosas que existían en abundancia en el maravilloso jardín del Paraíso, sólo de una debía abstenerse: del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal (Gen 2,16-17). Sin embargo, nuestros primeros padres prestaron oído a las mentiras del ángel caído, que despertó sus apetencias sensuales y espirituales. Así, Adán y Eva violaron el mandamiento de Dios, lo que trajo consigo todas las consecuencias de las que nuestro Padre les había advertido. Lo que había sucedido, no podía deshacerse: el hombre había inclinado su oído a la seducción y tuvo que abandonar el paraíso.

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Vivir para glorificación de Dios

Fil 1, 20c-24.27a

Tengo la plena seguridad, ahora como siempre, de que Cristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte, pues para mí la vida es Cristo, y el morir, una ganancia. Pero si el vivir en el cuerpo significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger… Me siento apremiado por ambos extremos. Por un lado, desearía partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; mas, por otro, quedarme en el cuerpo es más necesario para vosotros. Lo que importa es que llevéis una conducta digna del Evangelio de Cristo.

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“CREASTE A LOS ÁNGELES Y HOMBRES SEGÚN TU IMAGEN”

“Creaste a los ángeles y hombres según tu imagen. Al hombre le diste el Paraíso para que viviera ante tu presencia en santidad y justicia” (Himno de Alabanza a la Santísima Trinidad).

El “cosmos de Dios” no sólo incluye su Creación visible –el entorno material del hombre–, sino también la Creación invisible. Aquí nos encontramos con los maravillosos ángeles, creados también a imagen y semejanza de Dios. Una explicación del Catecismo afirma:

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El fruto de la Palabra de Dios

Lc 8,4-15

En aquel tiempo, reuniéndose una gran muchedumbre que de todas las ciudades acudía a Jesús, les dijo esta parábola: “Salió el sembrador a sembrar su semilla; y al echar la semilla, parte cayó junto al camino, y fue pisoteada y se la comieron las aves del cielo. Parte cayó sobre piedras, y cuando nació se secó por falta de humedad. Otra parte cayó en medio de las espinas, y habiendo crecido con ella las espinas la ahogaron. Y otra cayó en la tierra buena, y cuando nació dio fruto al ciento por uno”. Dicho esto, exclamó: “El que tenga oídos para oír, que oiga.” Entonces sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola.

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TODOS LOS PUEBLOS VIENEN A ADORARTE

“Todos los pueblos vienen a adorarte y rinden gloria a tu Nombre, porque Tú eres el Dios santo, vivo, veraz y bondadoso”(Himno de Alabanza a la Santísima Trinidad).

Así debería ser y así será, una vez que las tinieblas hayan sido separadas de la luz y nuestro Padre haya restablecido definivitamente el orden del amor en el caos surgido a consecuencia del pecado.

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El buen combate de la fe

1Tim 6,3-12

Si alguno enseña otra cosa y no se atiene a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que es conforme a la piedad, está cegado por el orgullo y no sabe nada; sino que padece la enfermedad de las disputas y contiendas de palabras, de donde proceden las envidias, discordias, maledicencias, sospechas malignas, discusiones sin fin propias de gentes que tienen la inteligencia corrompida, que están privados de la verdad y que piensan que la piedad es un negocio.

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ALABANZA A LA SANTÍSIMA TRINIDAD (I)

“Alabado seas, Padre eterno, Dios santo, fuerte y vivo. No hay nadie como Tú y nada se compara a las obras que Tú has creado” (Himno de Alabanza a la Santísima Trinidad).

El Himno de Alabanza a la Santísima Trinidad, cuya primera frase acabamos de escuchar, surgió después de que alguien me preguntó cuál podría ser un buen inicio para nuestro tiempo de oración en silencio en la mañana, que es lo primero que hacemos en nuestra comunidad temprano en la madrugada. 

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Nuestra contribución a la unidad

Ef 4,1-7.11-13

Hermanos: Yo, prisionero por el Señor, os exhorto a que viváis de una manera digna de la llamada que habéis recibido: con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. Pues uno solo es el cuerpo y uno solo el Espíritu, como una es la esperanza a la que habéis sido llamados.

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