LA ALIANZA DEL PADRE CON SU PUEBLO

“Entonces sacaste a tu Pueblo con mano fuerte y lo llevaste al desierto con signos y milagros portentosos. En el monte revelaste a Tu siervo Moisés los mandamientos que habían estado oscurecidos en los corazones de los pueblos” (Himno de Alabanza a la Santísima Trinidad).

La oscuridad en la que el hombre se había sumido desde la caída en el pecado, hizo necesario que nuestro Padre aislara a su Pueblo de las naciones paganas, para enseñarle el camino a la verdadera vida. Los mandamientos que Dios había inscrito en los corazones de los hombres habían quedado oscurecidos y no bastaban para iluminarlos. Habían caído en el olvido y los hombres estaban constantemente en peligro de sucumbir a sus pasiones y errores, y de dejarse engañar por los poderes de las tinieblas. En lugar de al Creador, adoraban a la criatura. Se hacían sus propios dioses y se postraban ante ellos, viviendo en ignorancia.

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Dios siempre primero

Ag 1,1-8

El año segundo del rey Darío, el día primero del sexto mes, fue dirigida la palabra de Yahvé, por medio del profeta Ageo, a Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, y a Josué, hijo de Josadac, sumo sacerdote, en estos términos: Así dice Yahvé Sebaot: Este pueblo dice: “¡Todavía no ha llegado el momento de reedificar el templo de Yahvé!” (Dirigió entonces Yahvé la palabra, por medio del profeta Ageo, en estos términos:) “¿Os ha llegado acaso el momento de habitar en casas artesonadas, mientras esta Casa está en ruinas? Pues ahora, así dice Yahvé Sebaot: Prestad atención a la situación en que os halláis.

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