“Después Te creaste el pueblo Israel, que lleva Tu nombre inscrito y al que llamaste tu primogénito. En Egipto lo hiciste crecer, transformándolo en un gran pueblo, hasta que gritó a Ti en su opresión por el Faraón” (Himno de Alabanza a la Santísima Trinidad).
A partir de aquel justo que Dios halló en medio de la confusión de las naciones, surgió todo un pueblo. Éste debía ser preparado para que, por la bondadosa providencia de nuestro Padre, naciera de él el Justo, el Redentor de la humanidad y Cabeza de la Iglesia que es una: “Él es antes que todas las cosas y todas subsisten en él. Él es también la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,17-18a).