“Mas el hombre no permaneció en su esplendor. Tentado por el Maligno, desobedeció a tu mandato y fue desterrado del Paraíso” (Himno de Alabanza a la Santísima Trinidad).
Nuestro Padre se lo había puesto fácil al hombre… De entre todas las cosas que existían en abundancia en el maravilloso jardín del Paraíso, sólo de una debía abstenerse: del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal (Gen 2,16-17). Sin embargo, nuestros primeros padres prestaron oído a las mentiras del ángel caído, que despertó sus apetencias sensuales y espirituales. Así, Adán y Eva violaron el mandamiento de Dios, lo que trajo consigo todas las consecuencias de las que nuestro Padre les había advertido. Lo que había sucedido, no podía deshacerse: el hombre había inclinado su oído a la seducción y tuvo que abandonar el paraíso.