LA PÉRDIDA DEL PARAÍSO

“Mas el hombre no permaneció en su esplendor. Tentado por el Maligno, desobedeció a tu mandato y fue desterrado del Paraíso” (Himno de Alabanza a la Santísima Trinidad).

Nuestro Padre se lo había puesto fácil al hombre… De entre todas las cosas que existían en abundancia en el maravilloso jardín del Paraíso, sólo de una debía abstenerse: del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal (Gen 2,16-17). Sin embargo, nuestros primeros padres prestaron oído a las mentiras del ángel caído, que despertó sus apetencias sensuales y espirituales. Así, Adán y Eva violaron el mandamiento de Dios, lo que trajo consigo todas las consecuencias de las que nuestro Padre les había advertido. Lo que había sucedido, no podía deshacerse: el hombre había inclinado su oído a la seducción y tuvo que abandonar el paraíso.

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Vivir para glorificación de Dios

Fil 1, 20c-24.27a

Tengo la plena seguridad, ahora como siempre, de que Cristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte, pues para mí la vida es Cristo, y el morir, una ganancia. Pero si el vivir en el cuerpo significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger… Me siento apremiado por ambos extremos. Por un lado, desearía partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; mas, por otro, quedarme en el cuerpo es más necesario para vosotros. Lo que importa es que llevéis una conducta digna del Evangelio de Cristo.

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