“El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia” (Sal 102, 8).
Nuestro Padre es compasivo.
De su plenitud, nos colma con todo aquello que tiene preparado para nosotros. Toda nuestra existencia es expresión de su amor, que se abaja a nosotros –seres humanos falibles y limitados– para elevarnos a Él. Nuestro Padre no nos creó porque nos necesitara. No, fue un acto libre del amor el llamar a sus criaturas a la vida, darles todo lo que necesitan para vivir y colmarlas consigo mismo.