“Mi bondad y mi amor me hacen ver que aquellos seres que he sacado de la nada y que he adoptado como verdaderos hijos, están a punto de precipitarse en gran número a la eterna desgracia con los demonios” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).
Cuando amamos a nuestro Padre, compartimos también su preocupación y su dolor por las almas. A nadie le gusta hablar o pensar en el infierno. Sin embargo, si desterramos de nuestro anuncio esta realidad, como si el infierno no existiera o estuviera vacío –tal como dan a entender ciertas falsas doctrinas–, entonces no hemos entendido correctamente la seriedad de nuestra fe ni la justicia de Dios.