“Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre” (Sal 83,5).
El Padre se alegra por cada hijo pródigo que, dejando atrás el pecado y la confusión, retorna a Él. ¡El cielo entero se regocija (cf. Lc 15,7)!
“Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre” (Sal 83,5).
El Padre se alegra por cada hijo pródigo que, dejando atrás el pecado y la confusión, retorna a Él. ¡El cielo entero se regocija (cf. Lc 15,7)!
La Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, que hoy celebramos, se remonta a un acontecimiento que tuvo lugar en el año 335. El 13 de septiembre de aquel año se consagró solemnemente una gran Iglesia en Jerusalén, tras muchos años de construcción. Se la conoce como la “Basílica del Santo Sepulcro” o “Iglesia de la Resurrección”. Fue el Emperador Constantino quien la mandó construir, después de que su madre, Santa Helena, hubo encontrado la Cruz de Cristo el 13 de septiembre del año 320.