“¡Cuánto me complazco en estar entre vosotros, hora tras hora, día tras día!” (Palabra interior).
Las declaraciones de amor de nuestro Padre son incontables y conmueven el corazón.
Si nosotros, los hombres, interiorizásemos estas palabras, se nos abriría un maravilloso horizonte en nuestra vida. En efecto, ¡qué distinto es vivir con la certeza de ser hijos amados y buscados por Dios, a creer que tenemos que mendigar amor para sentirnos valiosos, como ocurre con bastante frecuencia! No, no es necesario luchar por este amor, sino que ya está ahí, desde siempre y para siempre. ¡Es indestructible! Sólo nosotros mismos podemos alejarnos del amor de Dios, pero sin que nuestro Padre deje de amarnos, porque “Dios es amor” (1Jn 4,8b).