PONER NUESTRA ESPERANZA EN EL SEÑOR 

La esperanza es una virtud teologal, que nos hace esperar del Señor lo que aún no vemos. Si ponemos en Él nuestra esperanza, el Padre puede transformar nuestros corazones. Así nos dice en el Mensaje a la Madre Eugenia:

“Recordad, oh hombres, que Yo quiero ser la esperanza de la humanidad. ¿No lo soy ya? Si Yo no sería la esperanza de la humanidad, el hombre estaría perdido. Pero es necesario que sea conocido como tal, para que la paz, la confianza y el amor entren en el corazón de los hombres y surja así una relación con su Padre del Cielo y de la Tierra.”

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La seducción de los falsos dioses

Jc 2,11-19

Entonces los israelitas hicieron lo que desagradaba a Yahvé, dando culto a los Baales. Abandonaron a Yahvé, el Dios de sus antepasados, que los había sacado de la tierra de Egipto, y siguieron a otros dioses de los pueblos de alrededor. Se postraron ante ellos e irritaron así a Yahvé; abandonaron a Yahvé y dieron culto a Baal y a las Astartés. Entonces se encolerizó Yahvé contra Israel. Los entregó en manos de salteadores que los despojaron, los dejó vendidos en manos de los enemigos de alrededor y no pudieron ya sostenerse ante sus enemigos.

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MIRAR AL PADRE DESDE LA CRUZ DEL MUNDO

“Desde la cruz de este mundo, que causa tanto sufrimiento, elevad conmigo la mirada al Padre” (Palabra interior).

Quien tenga ojos para ver y oídos para oír, ciertamente percibirá que se ciernen tiempos oscuros tanto sobre el mundo como sobre la Iglesia. A causa de la pérdida de fe y la falta de una orientación clara por parte de la Iglesia, son cada vez menos los rayos de luz que brillan sobre el mundo, que con tanta urgencia necesita la luz de la Iglesia. El pecado y la confusión se proliferan. Con frecuencia sucede que ya no se llama al pecado por su nombre e incluso puede producirse una diabólica inversión de valores.

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El primer amor de Dios

Rom 11,13-15.29-32

Voy a deciros algo a vosotros, los gentiles: Yo estoy orgulloso de mi ministerio como verdadero apóstol de los gentiles, pero lo llevo a cabo con la esperanza de despertar celos en los de mi raza y salvar a alguno de ellos. Porque, si su rechazo ha supuesto la reconciliación del mundo, ¿qué será su readmisión, sino una resurrección de entre los muertos? Porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables.

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HACERSE TODO PARA TODOS

“Me hago pequeño con los pequeños; mediano con los de mediana edad; me hago semejante a los ancianos, para que todos entiendan lo que quiero decirles para su santificación y para mi gloria” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Este pasaje del Mensaje del Padre nos recuerda a las palabras de San Pablo: “Me he hecho todo a todos para salvar a algunos al precio que sea” (1Cor 9,22b).

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Para la gloria de Dios

Ef 3,14-19

Lectura correspondiente a la memoria de San Juan Eudes

Así que doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toca familia en el cielo y en la tierra, para que, en virtud de su gloriosa riqueza, os conceda fortaleza interior mediante la acción de su Espíritu, y haga que Cristo habite por la fe en vuestros corazones. Y que de este modo, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conozcáis el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento. Y que así os llenéis de toda la plenitud de Dios.

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GRANDIOSA SENCILLEZ

“Conozco vuestras necesidades, vuestros deseos y todo lo que hay en vosotros. Pero ¡cuán feliz y agradecido estaría al veros venir a mí, confiándome vuestras necesidades, así como lo hace un niño que tiene plena confianza en su padre! ¿Cómo podría negaros algo, sea de mínima o de gran importancia, si me lo pidierais?” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

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Flavia Elena Augusta

La meditación de hoy queremos dedicársela a Santa Elena, Emperatriz y madre del Emperador Constantino. El 18 de agosto es considerado el día de su muerte, por lo que en esta fecha suele celebrarse su memoria en la Iglesia Católica.

En lugar de tomar una lectura bíblica, iniciaremos esta meditación con unas palabras del cántico del Magníficat:

El Señor “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes” (Lc 1,52).

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GRATITUD INFINITA

“Cuando constaté que ni los patriarcas, ni los profetas habían podido darme a conocer y hacerme amar entre los hombres, decidí venir Yo mismo” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Un profundo dolor y, al mismo tiempo, una inmensa gratitud puede invadir nuestro corazón al escuchar estas palabras. Un profundo dolor porque a los hombres nos resulta tan difícil entender el lenguaje de Dios. Ni siquiera la presencia de los patriarcas y el mensaje de los profetas pudo tocar suficientemente los corazones. De hecho, sabemos cuál fue el destino de los profetas. El dolor se intensifica aún más cuando consideramos lo que hicieron los hombres con el mismo Hijo de Dios.

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La gracia del perdón

Mt 18,21-35

En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?” Le respondió Jesús: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso el Reino de los cielos es semejante a un rey, que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.

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