La esperanza es una virtud teologal, que nos hace esperar del Señor lo que aún no vemos. Si ponemos en Él nuestra esperanza, el Padre puede transformar nuestros corazones. Así nos dice en el Mensaje a la Madre Eugenia:
“Recordad, oh hombres, que Yo quiero ser la esperanza de la humanidad. ¿No lo soy ya? Si Yo no sería la esperanza de la humanidad, el hombre estaría perdido. Pero es necesario que sea conocido como tal, para que la paz, la confianza y el amor entren en el corazón de los hombres y surja así una relación con su Padre del Cielo y de la Tierra.”