SERENIDAD EN DIOS

“Quien se esfuerza por amoldarse a la verdad y no se preocupa tanto por cómo le traten o le estimen los hombres, encuentra su serenidad en Dios” (Beato Enrique Suso).

La “serenidad en Dios” es el gran tema del místico alemán Enrique Suso. Se refiere a aquella profunda paz que brota de la confianza en la bondad de Dios.

Con facilidad se perturba esta paz interior cuando nos centramos demasiado en las personas y nos preocupamos excesivamente por cómo ellas nos tratan, por lo que dirán y pensarán de nosotros… Así, la vida se vuelve tensa y queda sometida a una carencia de libertad, que puede llevar incluso a la dependencia. Éste es el problema de los respetos humanos.

Pero hay que prestar mucha atención a la frase del beato Enrique. El prerrequisito por nuestra parte para alcanzar aquella serenidad de la que habla, es nuestro esfuerzo por amoldarnos a la verdad. Esto significa aspirar a vivir conforme a la Voluntad de nuestro Padre. Cuando Él ve nuestros esfuerzos, nos concede su paz y nos da la fuerza para permanecer en ella. Así, surge la “serenidad en Dios”, porque, al poner nuestra mirada en el Padre, aprendemos a afrontar todas las situaciones, sin dejar que nos inquieten demasiado.

Esto cuenta particularmente para el trato con las personas. Esto no significa, de ningún modo, que debamos adoptar una actitud indiferente ni mucho menos orgullosa frente a los demás, de modo que no nos interese lo que hagan, digan o piensen. Antes bien, se trata de estar enfocados en Dios y cimentados en la verdad. Desde esta perspectiva, la relación con los demás se vuelve libre y, en ese sentido, no nos preocupamos mucho por cómo los hombres nos traten o juzguen.