“REGÁLAME TU CORAZÓN”

“Dios no dice: ‘Dame un corazón como el de los ángeles’; sino: ‘Regálame tu corazón.’ Lo que Él quiere es tu propio corazón; entrégaselo tal como es. Él no pide más que lo que somos y tenemos” (San Francisco de Sales).

Nuestro actual compañero de camino nos dirige hoy una frase reconfortante, invitándonos a acercarnos a nuestro Padre tal como somos. No hace falta que nos humillemos de una forma artificial ni que nos presentemos como grandes campeones religiosos. Podemos y debemos acudir a Él como somos en verdad y regalarle nuestro corazón. A través de la guía del Espíritu Santo y con nuestra cooperación, el Padre se encargará de convertirlo en un corazón semejante al suyo.

Es importante entender bien esto, porque nuestra fe y nuestra santidad deben llegar a ser auténticas y sin fingimientos. Esto sucede cuando permitimos que nuestro Padre nos modele según la imagen a la cual Él nos creó. Cada persona es única y nunca es una copia de otra. Ciertamente podemos aprender mucho de los santos e imitar sus virtudes, como la mansedumbre que caracterizaba a un Francisco de Sales o la relación tan natural y sencilla que tuvo una Santa Teresita del Niño Jesús con Dios. Desde el cielo, los santos nos ayudan a recorrer nuestro camino. En efecto, nuestro Padre también quiere que tú y yo seamos santos; quiere glorificarse en ti y en mí a nuestra manera.

¿Y qué podemos hacer para que esto suceda? Muy sencillo: entregarle nuestro corazón al Padre y seguirle día a día a Él, nuestro noble Señor y el amado Maestro de nuestra vida. A veces hay que avanzar con grandes saltos, pero muchas veces con pasos pequeños. Así nos convertimos en cera en sus manos, que Él puede moldear hasta llegar a ser un cirio pascual siempre encendido, que da testimonio de su amor. Y en este cirio está inscrita la fecha de nuestra vida.

Si permanecemos fieles hasta el final y llegamos a la eternidad, encontraremos nuestro nombre en el Libro de la vida y habremos llegado a ser para siempre lo que en realidad somos.