PREDICAR CON AMOR

“El que predica con amor, rebate lo suficiente a los herejes, aunque no pronuncie un solo argumento contra ellos” (San Francisco de Sales).

Una maravillosa frase de San Francisco, que se presta para meditarla en nuestros “3 minutos para Abbá”.

Es verdad que, cuando proclamamos con un corazón libre el amor del Padre por nosotros los hombres, las tinieblas no pueden resistir. El demonio es incapaz de amar. Por eso, el anuncio del verdadero amor y con amor resulta insoportable para los poderes de las tinieblas, que se ven obligados a ceder. También a los herejes, que han sucumbido a las falsas doctrinas, se les ofrece resistencia de esta manera.

En el Mensaje a Sor Eugenia Ravasio, el Padre también advierte de las tentaciones y los peligros que acechan al hombre. En efecto, las advertencias tienen un sentido profundo y son expresión del amor y la preocupación de Dios por los hombres, haciéndoles cobrar consciencia del estado de su alma y del estado del mundo, y llamándolos a la conversión. Pero, a fin de cuentas, el mensaje central es el infinito amor y la bondad del Padre, que hemos de anunciar para que los hombres lo conozcan como Él es en verdad.

Si lo hacemos con amor, nos convertimos para los demás en testigos fidedignos de aquello que anunciamos. Ciertamente esto no cuenta sólo para la predicación en el sentido estricto de la palabra, sino para toda nuestra vida como discípulos del Señor e hijos del Padre Celestial. No hay nada más convincente, nada que llegue más fácilmente al corazón que el amor. Y, por supuesto, esto cuenta aún más cuando se trata de anunciar el Evangelio, que es, a fin de cuentas, el mensaje de que “tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito” (Jn 3,16). ¡El amor triunfará!