“OS RECOMPENSARÉ AL CIENTO POR UNO”

“Y a vosotros, que trabajáis para mi gloria y tratáis de hacerme conocer, honrar y amar, os aseguro que vuestra recompensa será grande, porque yo tendré en cuenta todo, hasta el más mínimo esfuerzo que hagáis, y os recompensaré todo al ciento por uno en la eternidad” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Nuestro Padre nos hace ver que es muy importante para Él la expansión de la “obra de amor” que vino a realizar entre los hombres. En las palabras que le dirigió a través de Sor Eugenia al Papa de aquel entonces, el Padre habla de la primacía de esta obra, que es una gracia especial para este tiempo, relacionada con grandes promesas: que se producirán conversiones auténticas y duraderas, que llegará la verdadera paz, que se completará el culto de la Santa Iglesia…

El Padre tiene presente a cada persona que trabaja para su obra y nunca olvidará ni el más mínimo esfuerzo que hayamos hecho por ella. “Dichosos los muertos que mueren en el Señor. Sí, que a partir de ahora –dice el espíritu– descansen de sus fatigas, porque sus obras los acompañan” (Ap 14,13).

Nada de lo que hayamos hecho por el Señor y por su gloria caerá en el olvido. “Al atardecer de la vida seremos juzgados en el amor” –nos dice San Juan de la Cruz.

Cuando comprendemos que conocer y amar a Dios es el sentido más profundo de nuestra existencia, nos adherimos a la misión más importante que nos ha sido encomendada a los hombres y que está inscrita en nuestro corazón por el amor: servir a nuestro Padre Celestial.

No hay nada más importante para los hombres que encontrarse con Dios y recibir la salvación que Él les ofrece. Sea cual sea el camino que cada persona escoja para llevarlos a este encuentro según el llamado del Señor, estará cooperando en la edificación del Reino de Dios en la tierra. Puede trabajar así lado a lado con el artífice de esta obra y recibir de Él la recompensa.

Este artífice, que es nuestro Padre Celestial mismo, no se deja ganar ni en gratitud ni en generosidad. Él tiene en cuenta aun nuestros más pequeños esfuerzos y los considera como una declaración de amor a Él y a los hombres. Corresponde a ellos con su amor y todo lo contará, para recompensarnos al ciento por uno en la eternidad.

¿En qué consiste esta recompensa? El mayor premio será estar para siempre y sin límites en la presencia de Dios. Podemos tener fundadas esperanzas de que, si servimos sinceramente a nuestro Padre, estaremos muy cerca de Él en la eternidad. Al responder a su invitación, estamos haciendo la parte que nos corresponde para alcanzar esta meta.