NUESTRA GENEROSA RESPUESTA

“Da al Altísimo como él te ha dado a ti, con ojo generoso, con arreglo a tus medios” (Sir 35,9).

¡Qué maravillosa invitación a honrar a nuestro Padre y vivir en una relación de amor con Él! Se trata de cobrar cada vez más consciencia de su bondad y responder a ella con generosidad. Si seguimos esta sabia indicación, muchas cosas cambiarán.

En una ocasión, Santa Teresa de Ávila dijo que, si se le presentaban dos opciones, ella querría escoger siempre la más perfecta. Optó por este camino de perfección porque, después de haber llevado inicialmente una vida monástica más bien tibia, tuvo una experiencia con el Señor, en la que Él le dijo desde la cruz: “Mira lo que hago por ti. ¿Qué harás tú por mí?” Estas palabras inflamaron de tal forma su corazón, que desde entonces intentó hacer a un lado todo aquello que le impedía seguir el camino de la perfección.

¡Qué desafío tan fecundo de parte del Señor! Si uno se sumerge en el amor del Padre y del Hijo manifestado en la Cruz, dejando que el Espíritu Santo le muestre la magnitud de este amor, su corazón se inflamará, y este fuego se traducirá en el firme propósito de la voluntad de servir mejor al Señor, procurando no omitir nada que pudiera acrecentar el amor.

Es verdadera sabiduría reconocer con gratitud todos los dones que Dios nos ha dado para nuestra vida y ponerlos alegre y generosamente a su disposición, para que los utilice para sus planes de salvación.

Lo más valioso que podemos darle a nuestro Padre es nuestro corazón, porque Él quiere reposar en el corazón de sus criaturas. El Señor nos llama a ser apóstoles que, inflamados de amor, busquen almas mansas y delicadas para la expansión de su reino de amor.

¿Qué consejo nos da el Señor para llegar a ser tan generosos?

“¿Habéis contemplado el infinito Océano de mi misericordia? Venid, mirad y sumergíos en la inmensidad de mi amor.”(Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).