LA VOLUNTAD DEL PADRE

“Todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre” (Mt 12,50).

Con estas palabras, Jesús nos da a entender en qué consiste la unidad más profunda entre Dios y los hombres.

Ciertamente, todos los hombres estamos llamados a vivir como hijos de Dios y a amarnos y respetarnos unos a otros. Pero esta fraternidad sólo puede hacerse realidad en todo su alcance cuando cumplimos la condición que Jesús menciona, esforzándonos con toda nuestra voluntad y de todo corazón por hacer la Voluntad de nuestro Padre. Entonces se crea el vínculo más estrecho con el Hijo de Dios y nos volvemos “un solo espíritu” con Él. Y no sólo con Él, sino con todos los fieles aquí en la tierra y con toda la familia celestial, cuya alegría es cumplir en todo momento la Voluntad del Padre.

Como todas las cosas divinas, es muy sencilla la condición para alcanzar esta unidad. Jesús nos dice: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se os añadirán” (Mt 6,33).

Entonces, sólo tenemos que esforzarnos por cumplir la Voluntad de Dios para que surja aquella relación especial con Jesús y con todos los que, al igual que Él, hacen la Voluntad del Padre. La fraternidad entre los hombres está predeterminada, así que no hace falta construirla con nuestros propios esfuerzos. Simplemente tenemos que adentrarnos en ella, y Dios mismo será el vínculo de la unidad.

Entonces nos reconoceremos unos a otros y notaremos cuando alguien busca sinceramente la Voluntad del Padre. Con estos tales, tendremos aquella maravillosa comunión de la que habla Jesús en estas palabras. Así, seremos hermanos y hermanas en el corazón de nuestro Padre Celestial.