HACERSE TODO PARA TODOS

“Me hago pequeño con los pequeños; mediano con los de mediana edad; me hago semejante a los ancianos, para que todos entiendan lo que quiero decirles para su santificación y para mi gloria” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Este pasaje del Mensaje del Padre nos recuerda a las palabras de San Pablo: “Me he hecho todo a todos para salvar a algunos al precio que sea” (1Cor 9,22b).

El Padre se adapta a nuestra situación, teniendo siempre la intención de servirnos y, como decía en el texto inicial, darnos a entender lo que quiere decirnos para su gloria. De hecho, cada persona que emprende el camino de Dios aumenta la gloria de Dios, al testificar su grandeza y su amor, y al hacer palpable la presencia de Dios.

Por tanto, no sólo somos nosotros quienes nos gloriamos en el Señor, sino que el Señor se gloría en nosotros. Nos resultará fácil entenderlo si lo comparamos con nuestra realidad humana. Un hijo puede estar orgulloso de sus padres, y también los padres estar orgullosos de su hijo. Un alumno puede estar orgulloso de su maestro, y el maestro de su alumno. Recordemos en este contexto las palabras de Jesús de que Él nos confesará delante de los ángeles si nosotros lo confesamos delante de los hombres (Lc 12,8).

Lo que quiere decirnos el Padre en las palabras iniciales es que Él hace todo de su parte para que el hombre alcance su meta y se reestablezca así el orden entre el cielo y la tierra. Para ello, no hay camino que le resulte demasiado largo, ni carga demasiado pesada, ni esfuerzo demasiado grande.

El insuperable amor de Dios nos invita a imitarle e incluso llegar a ser como Él. Podemos aprender de nuestro Padre que, a la hora de evangelizar, hemos de buscar las maneras más adecuadas de transmitir la fe, adaptándonos en la medida de lo posible a la situación de las personas. Esto no invalida la exhortación de anunciar el mensaje del Señor “a tiempo y a destiempo” (2Tim 4,2), ni significa que no vayamos a experimentar rechazo.

Para seguir las huellas de Dios y del Apóstol de los Gentiles, debemos pedir siempre al Espíritu Santo la sabiduría y la prudencia, así como una cierta empatía con la realidad de la persona, para transmitirle aquello que debemos decirle sobre el amor de nuestro Padre: “Pequeño con los pequeños; mediano con los de mediana edad.” 

Jesús mismo también actuó así, sabiendo que sus discípulos aún tendrían que recorrer un camino hasta entender profundamente lo que trataba de transmitirles: “Todavía tengo que deciros muchas cosas, pero no podéis sobrellevarlas ahora. Cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiará hacia la verdad completa” (Jn 16,12-13).

¡Que el Señor nos dé sabiduría para transmitir el gran tesoro de nuestra fe de tal manera que los hombres reconozcan el amor de Dios y se acreciente así su gloria!