EL PADRE ES NUESTRO AMIGO

“No me basta con haberos mostrado mi amor; quiero abriros, además, mi Corazón, del cual brotará una fuente refrescante que apagará la sed de todos los hombres (…). Si queréis experimentar el poder de esta fuente de la que os hablo, primero debéis aprender a conocerme mejor y a amarme tal como yo lo deseo; es decir, no sólo como vuestro Padre sino también como vuestro amigo y confidente” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Nuestro Padre Celestial quiere darnos un acceso directo a su corazón, a lo más íntimo de su ser. Esta fuente refrescante ha de llegar a todos los hombres que tienen sed de amor, de verdad y de justicia, para vivificarlas. La hizo fluir a través del Corazón de su Hijo Jesús, para que llegue hasta nosotros.

Para experimentar el poder de esta fuente, el Padre nos ofrece amarlo también como amigo. Puesto que todas las expresiones del amor tienen su origen en Dios, Él quiere que todas ellas estén incluidas en su relación con los suyos.

La amistad tiene un matiz ligeramente distinto a las otras expresiones del amor. Mientras que en la relación filial miramos a Dios con amor y respeto como nuestro Padre, sin olvidar nunca que fue Él, en su infinito amor, quien nos creó y nos redimió; la amistad tiene un carácter un poco diferente. En la relación de amistad, se tiene una meta e interés común que nos mueve. En el afecto natural que une a los amigos, éstos hablan, por así decir, a un mismo nivel, intercambiando ideas e intereses comunes, y sabiéndose comprendidos. Hay entre ellos un parentesco interior que viene del amor. Aunque nuestro amigo pueda y deba corregirnos cuando nos desviamos, lo hará siempre en la actitud de confidente y amigo, ante quien no podremos cerrarnos y cuya amistad sabemos que no perderemos.

Si ya en el plano humano la verdadera amistad es tan valiosa y edificante, ¡cuánto más lo será la amistad con Dios, a la que Él mismo nos invita! Jesús dijo a sus discípulos: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo nunca sabe lo que suele hacer su señor; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” (Jn 15,14-15).

Así como Jesús lo hace con sus discípulos, también el Padre nos invita a una amistad con Él. En ella aprendemos a conocer más profundamente su ser y la fuente de amor que brota de su Corazón. Dios quiere vivir con nosotros en la confianza, naturalidad y familiaridad de una amistad. Así también podrá confiarnos sus deseos y preocupaciones más profundas, como un amigo.

Tal vez podamos decir que, al conocer más profundamente a nuestro Padre, Él se nos convierte en un amigo paternal, de modo que llegamos a amarlo cada vez más como tal y a sabernos amados por Él.