EL NOBLE COMBATE 

“Libra el noble combate confiando infinitamente en mí” (Palabra interior).

Nuestro Padre no nos exime del combate que inevitablemente tenemos que librar durante nuestra vida terrena. Éste hace parte de nuestra condición caída como seres humanos. Al mismo tiempo que tenemos que aspirar lo bueno, debemos también defendernos de los enemigos, tanto de dentro como de fuera, que quieren apartarnos de nuestro camino de seguimiento de Cristo.

San Pablo escribe a Timoteo, su hijo espiritual: “Busca la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la constancia y la mansedumbre” (1Tim 6,11). Y continúa: “Pelea el noble combate de la fe. Conquista la vida eterna a la que has sido llamado y para la que hiciste solemne profesión en presencia de muchos testigos” (v. 12).

La palabra interior de hoy nos dice que debemos librar este combate confiando infinitamente en nuestro Padre. Esto se aplica en aquellos momentos en los que constatamos que nos quedamos cortos frente a lo que nos proponemos, cuando notamos nuestras debilidades en diversos ámbitos y también en vista de los muchos enemigos que nos amenazan, así como del estado crítico en que se encuentra el mundo y la Iglesia.

La confianza infinita en nuestro Padre nos preserva de caer en desánimo, nos concede la profunda certeza de su bondadosa presencia en todas las situaciones de la vida y vuelve a levantarnos para seguir luchando, sabiendo que el Señor lucha de nuestro lado.

Es un buen combate, que nos ennoblece. Es el combate de los hijos de la luz para ahuyentar las tinieblas. Es el combate para defender el honor de nuestro Padre y dar testimonio de su bondad. Es un combate en el que el cielo está de nuestro lado y los ángeles nos sirven. Es el noble combate de la fe, que nuestro Padre premiará abundantemente.

Y una vez que haya concluido y hayamos luchado hasta el final, con infinita confianza en nuestro Padre, podremos exclamar junto a San Pablo:

“He peleado el noble combate, he alcanzado la meta, he guardado la fe” (2Tim 4,7).