EL ARCA DE SALVACIÓN 

“Entonces vi a otro ángel que subía del oriente, y llevaba el sello de Dios vivo. Con voz fuerte gritó a los cuatro ángeles a los que se les había encargado hacer daño a la tierra y al mar, diciéndoles: ‘¡No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en la frente a los siervos de nuestro Dios!’” (Ap 7,2-3)

Cuando vivimos en estado de gracia, podemos esperar confiadamente el Retorno de nuestro Señor y, en medio de grandes turbulencias, podemos escapar de la “ira de Dios”.

Así como nuestro Padre Celestial salvó a Noé del gran diluvio y lo condujo a salvo en el arca, así como preservó a su Pueblo escogido de la plaga mortal que recayó sobre los egipcios, para que, al ver sus puertas selladas con la sangre del cordero, “el Exterminador no tocase a sus primogénitos” (Hb 11,28); así como salvó a Israel de la mano del faraón egipcio y lo guió a través del desierto; así el Padre protegerá a los suyos en la “hora de la gran prueba” (Ap 3,10).

El “sello del Dios vivo” es colocado en nuestra frente cuando permanecemos fieles a nuestra fe, cuando asimilamos y vivimos todo lo que nuestro Padre ha hecho para nuestra salvación. Hemos sido lavados por la sangre del Cordero, como describe San Juan de aquella multitud que vio “vestidos con túnicas blancas, y con palmas en las manos”: “Éstos son los que vienen de la gran tribulación, los que han lavado sus túnicas y las han blanqueado con la sangre del Cordero”(Ap 7,14).

Así, pues, nuestro Padre nos ha asignado un lugar seguro; más aún, nos ha colocado un sello, para que ninguna potestad pueda arrebatarnos de su mano. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo?(Rom 8,35).

Podemos vivir en esta certeza, atentos y vigilantes, intentando mostrar a todos los hombres el arca de salvación en el Corazón de nuestro Padre Celestial, especialmente cuando recaen plagas sobre la humanidad. Todos los hombres pueden entrar en esta arca, ser lavados por la sangre del Cordero y recibir en su frente el “sello del Dios vivo”, para atravesar la gran tribulación vestidos con túnicas blancas.